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Un día con Samuel


“La locura es efímera, cuando lo sientes, lo realizas de verdad”. Demian Shadows.

Comenzar la historia con un día conmigo, en realidad es un tema muy sencillo. Antes que nada, me presento. Mi nombre es Samuel Ballesteros y tengo actualmente 27 años. Soy soltero y no tengo profesión exacta, digamos que me dedico mucho a la psicología y escuchar a la gente. Viajo por todas partes del mundo y me gusta hospedarme cerca de mis lugares de trabajo o; en ocasiones, puedo quedarme cerca de los residentes.

Tal vez, si no has escuchado hablar de mí, es porque aún no he visitado una ciudad cercana a ti. El documento actual podrás leerlo gracias a un amigo a quien he solicitado lo escriba. Nos conocemos muy bien él y yo; regularmente no perdemos contacto, para hacerle saber de nuevas experiencias.

Como les he dicho, el día de hoy me he entusiasmado mucho con lo ocurrido. Yo, ya estoy cerca de abordar un avión con urgencia, ya que debo continuar mis viajes. Lo sucedido durante el día, fue completamente fantástico. No había encontrado una recepción tan increíble por parte de un lugar con respecto a mí. Tal vez, ya me conocían y es por ello, que me han tratado de esa forma. Llegué entonces a un lugar llamado “Santa Helena”. Vaya que investigué sus referencias antes de llegar al lugar y bueno; ¡qué recepción y atención me han otorgado!

Ante sus referencias, fue imposible no buscarlo. Me quedé en la zona debido a su alto número de lugares por visitar, la comida y sobre todo; como hombre soltero, buscar divertirme o conocer a alguna mujer. A la fecha, no he podido encontrar el amor de pareja. Tampoco uno de familia, he vivido solo desde hace muchos años y he olvidado todo ese viejo tiempo.

Al momento de llegar, me identifiqué como médico y que estaría laborando en un lugar cercano al “Santa Helena”. Me dejaron pasar sin problema y me dieron una buena gama de apoyos y recepciones al llegar. Lo único malo fue que tuve que transportar mi material de trabajo que llevaba en las maletas. Eso lo hago con regularidad. Ninguno de los sitios donde me hospedo dejo que toquen mis pertenencias ni tampoco se ofrecen a llevarlas.

La habitación, fría como muchas debido al abandono y largo tiempo que permanece lejos del sol; se veía acogedora por sobre todas las cosas. Regularmente pido este tipo de habitaciones, donde no haya mucha gente alrededor, no me gusta que me molesten mientras estoy intentando relajarme o trabajar.

El silencio es acogedor cuando uno se encierra en cuatro paredes como las que busco. La merienda no tardó en llegar. Sé que he repetido en distintas ocasiones que todas las atenciones fueron maravillosas, porque sin solicitar servicio al cuarto, llegó la comida.

Espero que describiéndoles el manjar, gusten ustedes de un banquete parecido al mío.

Venía en una enorme charola de metal, de esas que tienen ruedas y es fácil su transporte sobre las superficies lisas. Tenía encima un paño de color grisáceo; recordé los lugares finos como los de Roma o Alemania, donde comencé mis viajes hace algún tiempo. Ahora describo el plato que me han traído. Al destaparlo de su recubrimiento de tela, venía aquello dentro de un recipiente muy duro. Me proporcionaron un abrelatas para poder destapar la cúpula de aquel recipiente, llegando después al manjar. Aquello era un trozo de carne exquisito, casi como la carne tártara. Estaba recubierto por una muy delgada tela o plástico que retiré con mucho cuidado. Se sirve frío; déjenme decirles, aunque en ocasiones, ya lo he comido algo tibio y recién salido del horno; es aquí cuando adquiere uno de sus mayores efectos en el paladar. Pero frío también tiene sus ventajas, ya que viene muy fresco. Aquella carne, delgada como ninguna otra y un tanto gelatinosa, se transforma minutos después en algo parecido a un musse de color rojizo, debido al líquido que contiene por dentro.

Lo disfruté muchísimo.

Al terminar, dejé los residuos en la charola y me dispuse a salir unos momentos. Me gusta fotografiar las ciudades y resguardar cosas que aparezcan en ellas. Tomarme fotos con mucha gente que vive cada día al máximo. Siempre con una sonrisa. Me encanta que la gente pueda sonreír, así como yo puedo hacerlo al lado de ellos.

Escuché decir a dos jóvenes del mismo sitio donde me hospedo, que más tarde llegaría una bella actriz a mi sitio de hospedaje. Me emocioné bastante cuando escuché eso, porque me encantaba verla en la televisión. Sobre todo, cuando esa mujer, tan sensual como era, se quitaba la ropa y podía…

Sí; me encontraba tan entusiasmado.

Les pregunté si existía la posibilidad de que ella y yo pudiéramos compartir un momento a solas. Vaya si sueno exaltado a estos momentos, pero han dicho que es completamente posible. Soy un huésped de honor por lo que comentan; así que, me dejarán estar con ella toda la noche. No pregunté si saldría muy caro, pero espero que no.

He ido a un sitio cercano donde venden flores y he adquirido las más rojas y hermosas rosas que he podido hallar en el lugar. Compré también una botella de champagne y otra de vino rosa, dos copas y unos hermosos pendientes.

La tarde se acercaba lentamente y aguardaba por la llegada de aquella sensual mujer. Ya soñaba con ella y podía sentir su piel en mis manos. No, no confundan. Su trabajo era ser una actriz, pero ella profesionalmente hacía cada escena con mucho cuidado, no era una cualquiera como muchos creen.

La he seguido por mucho tiempo y debo confesarles que, ya sabía que llegaría a este lugar y me he querido hospedar aquí. Me ofrecieron de comer pero dije que no me encontraba disponible para tomar alimentos. Aún quería saborear la merienda exquisita.

Una persona de limpieza se molestó muchísimo porque no la dejé pasar a mi habitación pero le dije que odio que la gente entre a mis lugares donde me encuentro. Pedí también al director del “Santa Helena”, que me dejaran tranquilo. Al dejar la habitación, el día de mañana, ya podrían entrar. Es gente muy molesta, no entienden que uno busca momentos de soledad.

Llegó la noche y aquella mujer llegó.

Entró por la puerta de mi cuarto. Su vestido rojo era tan hermoso y de un lino muy fino. Su cabello negro, en contraste con sus ojos verdes. Un tornasol de pasión aquella mujer. Le di una rosa y le ofrecí champagne. No la aceptó.

Me puse a hablarle de ella y de todas las películas donde la había visto. Guardaba silencio, no decía palabra. Pero sonreía muy por dentro; estaba contenta de tener a un asiduo admirador tan de cerca.

Le pedí que si podía pasar la noche conmigo.

Una vez más, guardó silencio y sonrió un poco más.

Lentamente la besé y no dijo nada. Así continuamos un rato, conociendo nuestros labios. Ella apretaba sus labios contra los míos y en ocasiones, cuando quería que mi lengua traspasara sus dientes, los apretaba con tal fuerza, hasta que por fin cedía y saboreaba su lengua también. Le retiré su rojo vestido.

Un detalle muy bello fue ver que del lado derecho de su prominente y hermosa cabellera, se había teñido una parte de color rojo. Se veía hermosa con aquel detalle.

Recostada en el lecho, coloqué las rosas rojas en todo su cabello. Su silencio me decía que todo lo que hacía era perfecto para ella. Esa sonrisa no la retiraba del rostro y crecía con cada detalle. Llené la habitación y el lecho con los pétalos de rosa. Besaba sus enormes senos curvos, descendí a su abdomen y me detuve en su entrepierna por un rato. No hacía un solo ruido.

Me desnudé. Ella estaba acostumbrada a hacerlo sin pasión, solo por profesión. Pero lo que sentía era amor verdadero.

No le entusiasmó mucho ver mi miembro erguido, pero aun así me dejó continuar. Estaba acostumbrada a eso. Ella estaba fría, pero al ingresar a su ser estaba aún tibia.

La amé como a nadie más. Nos amamos y entregamos todo. Lo hicimos una y otra vez. No dejé que se fuera. No la dejé irse.

Por la madrugada, la dejé dormida y con una enorme sonrisa en el rostro. Le di un último beso. Sabíamos que nunca nos volveríamos a ver. Tomé mis cosas y salí de la habitación. Di gracias al personal del “Santa Helena” y me retiré de ahí para abordar el avión un tanto más tarde. Y aquí estoy, dentro del avión, enviando esta redacción a un buen amigo. Mi vida no cambia mucho con cada viaje, es casi la misma.

Me he puesto los audífonos para escuchar la radio. Hablan de mi chica. La encontraron arreglada y hermosa. Dicen que está muerta... No lo creo, por la noche, no dijo una sola palabra. El avión ha despegado.

Una vez elevado, puedo ver las sirenas de las patrullas recorrer el aeropuerto. No vamos a volver. Reviso en internet, el siguiente sitio donde pienso hospedarme y visitar. Se ve hermoso y según el ranking, tiene cinco estrellas muy bien ganadas por sus atenciones. El sitio está en Estados Unidos y se llama "John Hopkins".

Búsquenlo, tiene excelentes referencias.

¡Hasta entonces!

Atte. Su amigo, Sam.


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