El insólito propietario

“Todo en esta vida tiene dueño; pero nuestros cuerpos, pueden no pertenecer a un solo dios”. Demian Shadows.
EL LEGADO DEL SEÑOR ÁLVAREZ.
1.
-Señores, he de comentarles que, como notario del señor Álvarez, las reglas con respecto a la casa ubicada en la calle Soles son las siguientes:
1. La casa deberá ponerse en venta, al momento en el que yo ya no me encuentre con vida. 2. Los papeles se encuentran en regla. La documentación, así como los servicios, fueron pagados con anticipación, por lo cual, durante 15 años, no se deberá pedir recibo alguno sobre los servicios prestados al inmueble. 3. El gobierno, debido a que no tengo ningún familiar a quien dejarle el inmueble, deberá disponer, de forma inmediata, del inmueble, cuidando del mismo y manteniéndolo en condiciones óptimas para una venta. 4. El gobierno no debe realizar la venta con fines de lucro gubernamental y, la casa deberá ponerse a la venta con los contratistas de “Bienes Inmuebles Sánchez”, por lo cual, el trato será directo con las personas de esta empresa. Únicamente el gobierno debe de realizar el trámite correspondiente y entrega de documentos a los futuros ocupantes. 5. El dinero de la venta, será usado para iniciar alguna sociedad en apoyo a las personas con cáncer. El gobierno, no recibirá dinero alguno de la venta, punto ya especificado anteriormente.
-¡Un momento! ¿Quiere que nos hagamos cargo de la casa de este viejo, sin recibir nada a cambio?
-Bueno, no exactamente. Su amigo y colaborador, recuerden que laboró para su gente durante mucho tiempo.
-Él era ya un dinosaurio, inmueble carcomido por los escritorios de nuestras oficinas. En sus últimos momentos, incluyendo el día “D”, estuvo laborando. Ya en el hospital, donde estuvo una semana, me queda claro que no laboró. Lo tenemos en alta estima por su labor y trabajo. Pero, no recibir nada a cambio por cuidar de la casa, se me hace totalmente injusto.
-Entonces dejemos que la gente de bienes raíces tome la casa y sean ellos quienes se encarguen de todos los trámites de venta. Únicamente deben firmar los documentos en los que se rehúsan a…
-No nos estamos rehusando señor notario, simplemente es una forma ilógica de solicitar ayuda. Nos encargaremos únicamente de velar por el inmueble, en lo que se encuentra a un comprador.
-Una cosa. ¿Tiene usted el precio de venta?
-Esa información la tiene únicamente la gente de bienes raíces y no se especifica dentro del testamento del señor Álvarez.
-Lo veía venir.
-Señores. Lo que noto aquí, es una leve inconciencia. Este persona, hoy occiso, pide de su apoyo. Toda mi vida he visto pasar familias enteras a través de esa puerta con enojos, molestias y peleas que han culminado en golpes en este escritorio por el maldito dinero y los bienes. ¿Y los sentimientos no cuentan? Esta persona laboró con ustedes aun en su enfermedad y se entregó a esta sociedad con toda su causa posible. Por eso no existe siquiera familia que pueda corresponder al testamento. Y les pide a ustedes únicamente velar por el inmueble en lo que se realiza la venta. Señores, creo que ir a la casa tan solo diez minutos y examinarla una vez por semana, no será complicado para ustedes. ¿Díganme que me equivoco? Y con toda razón, sabré que nuestra sociedad en realidad está perdida. Todo es dinero. El señor ha pagado mis honorarios, incluso pagó los servicios durante tiempo considerable para quien viva ahí, disfrute de muchos beneficios. ¿Ustedes no ven nada de eso?
-Ya guarde silencio, lo haremos.
-¡Maldita sea Jorge! ¿Quién va a estar revisando la casa cada maldita semana?
-Nombraremos a alguien, uno de esos jóvenes practicantes de la institución, que se yo.
-Bien. ¿Entonces díganme cómo procederemos?
-Nos encargaremos de realizar visitas a la casa cada semana, enviaremos a una persona. Los documentos se quedan en manos de la empresa de bienes raíces y esto se realizará hasta la venta del inmueble. De ahí en fuera, pronto olvidaremos este altercado.
-No es ningún altercado señores. Respeten las decisiones del hoy occiso.
-Ya lo escuchamos. ¿Dónde firmamos?
-Aquí debajo por favor.
Jorge y Mauricio salieron de la notaria tras entregar sus rúbricas al documento del señor Álvarez. Aquella persona, entregada a sus labores, había muerto el día de ayer en el hospital, tras una lucha interminable contra el cáncer que lo aquejó durante 4 años. Con todo y eso, continúo siempre con sus labores sociales. Ahora, sus dos alumnos, sus dos amigos, salían un tanto tristes por no recibir algo a cambio de su mentor.
-A veces pienso que nunca le interesó nadie. No nos dejó nada y le ayudamos tanto como nos fue posible.
-Si pero, como dijo el notario, muchas veces peleamos por cosas que no nos corresponden abiertamente.
-Si pero…
-Dejémonos de peros. Pongamos a una persona que visite la casa lo más pronto posible y bueno, que se encargue en lo que se vende la casa. Si en algo estoy de acuerdo, es que la casa no debe de valer mucho por todo lo que el señor Álvarez hizo antes de…
-Morir.
-Partir. Es una palabra más… acorde.
-Morir. Así son las cosas. Hoy estamos, mañana quien sabe.
-¿Y no te parece extraño todo esto Jorge?
-¿Qué? El hecho de que haya pagado por adelantado los servicios de la casa. No creo, me parece un gesto tan propio de él.
-Me refiero a que todos tenemos secretos. Tal vez, durante 15 años, la casa no se venda y, tal vez, solo tal vez, exista alguien viviendo en ella.
-¿Estás diciendo que deberíamos ir e investigar la casa primero nosotros y cualquier anomalía indicar al notario?
-Sería lo justo. Si nosotros no nos beneficiamos de ella, nadie debería hacerlo. -Vayamos esta noche.
Jorge y Mauricio quedaron en verse más tarde en aquel domicilio en la calle Soles número 75 y averiguar entonces, si había algo que el señor Álvarez ocultaba y por qué. De no haber nada, retrocederían y todo continuaría tal cual, dictaba tanto el testamento, como la firma de aquellos jóvenes.
2.
Silvia, conduciendo su auto de vuelta a casa, tuvo que detenerse un instante debido a una llamada a su celular. Por un momento pensó que se trataba de otra llamada más de su hija, quien ya la extrañaba. Es bueno recibir llamadas de los hijos, pero no cada cinco minutos y siempre por lo mismo. Su esposo, Andrés, tal vez no era de mucha ayuda en casa. Aparcó el auto momentáneamente para contestar la llamada
-…Cariño, ya te dije que estoy a punto de llegar pero si sigues llamando…
-¿Perdón?-, le dijo otra voz.
-¿Quién es?
-La señora Estrada, supongo.
-Es correcto. ¿Quién es?
-Le llamamos de “Bienes Inmuebles Sánchez”. Acabamos de recibir una oferta de una casa en venta que podría interesarle.
-Oh si, la casa. Disculpe, es que mi hija llama…
-No se preocupe.
-¿Puede enviarme la información por correo electrónico y con gusto estaremos el fin de semana para hacer la visita?
-¿Podrían antes?
-No señorita, me encuentro muy ocupada.
-Correcto. Solicitaré a las personas que están vendiendo el inmueble que ellos hagan los preparativos para que su visita sea placentera. Enviaré a usted la información junto con las fotografías. Por el momento es todo.
-Gracias por llamar. Buenas noches.
Alojó el celular en el asiento trasero, donde ya no pudiera alcanzarlo si volvía a sonar. Había una nueva casa. Tenía tiempo que ella, junto con su familia, buscaba un nuevo lugar a donde ir. Hay recuerdos que deben dejarse en viejas paredes, para que nadie más los reviva. Un vago recuerdo volvió y tuvo que descender la velocidad del auto.
Ahí estaba, en la sala de partos nuevamente. Ella gritaba. Su esposo luchaba fuera por mantener el control y estar a su lado.
Respiró nuevamente y encendió la radio para olvidar un poco lo sucedido. “En otras noticias. El día de hoy se ha confirmado la muerte de Mateo Álvarez, quien el día de ayer por la noche falleció tras una terrible lucha contra el cáncer. El gobierno ha decretado día de luto nacional, debido al trabajo desarrollado por el señor Álvarez durante su periodo gubernamental, en las zonas rurales y en apoyo a las familias marginadas. Descanse en paz, señor Álvarez y muchas gracias. Lo vamos a extrañar”.
Nuevamente el recuerdo volvió a su mente. Cambió la estación en busca de música. El celular detrás volvió a sonar y, decidió, por cualquier medio, acelerar y llegar pronto a casa; para notificar a su esposo la buena noticia y encontrar refugio nuevamente en su pequeña hija.
3.
Jorge y Mauricio habían terminado sus labores en el día. Fue un día agotador. Sin el señor Álvarez, ellos tenían que poner todos los papeles de la secretaría en orden. Ellos tenían la consigna de continuar con el trabajo donde él lo dejó. Hablaron sobre la nueva fundación, que ayudaría a tratar a niños con cáncer.
Llamaron a la gente de bienes raíces y ya se habían comunicado con un posible comprador. Eran días oscuros para ellos. Por la tarde, debían volver a aquella casa, en la cual, muchas tardes el señor Álvarez los recibió.
No tenía familia, pero si tenía a mucha gente del vecindario y a desconocidos dentro de ella. Les daba de comer, los alojaba en algunas habitaciones cuando el frío era intenso y nunca pidió nada a cambio.
Jorge sacó de uno de los estantes una vieja fotografía donde aparecían los tres.
-¿No sé por qué nos comportamos tan…?
-¿Tan qué?
-Con el notario. Es que el señor Álvarez nunca fue… Nosotros no deberíamos pedir nada. Nos dejó este trabajo y la oficina. Solo debemos continuar con todo lo que nos enseñó. Seguir ayudando a la gente.
-Tienes razón. Si estuviera aquí, se hubiera molestado mucho.
Jorge atesoró mucho la fotografía y la colocó en uno de los escritorios.
-Éramos tan jóvenes.
-Somos amigo. Lo seguiremos siendo mientras siga aquí.
-¿Listo para visitar la casa?
-Esperas un no como respuesta. Acaba de morir nuestro amigo, mentor, profesor. Y regresar ahí como cada tarde lo hacíamos cuando nos invitaba a comer y ver a tanta gente siempre ahí. Ahora estará vacía. En silencio. Fría. ¿Y si él volvió?
-¿Crees en eso?
-No lo sé. Será una trémula experiencia. Pero debemos cumplir con ello.
-Llevemos a Daniel, el chico que acaba de llegar de contabilidad. Él nos ayudará con las visitas. Hoy, afortunadamente tenemos un leve descanso, pero mañana tenemos que continuar.
Los amigos dejaron unas cajas fuera de la oficina. Le pidieron a la secretaria que buscara la forma de vender aquellas pertenencias y, en cuanto hallara comprador, les notificaran para ingresar el dinero también a la fundación. Tenían que hacer lo correcto y lo sabían.
Se encaminaron fuera de la oficina, no sin antes pasar por el joven Daniel. Un chico muy delgado, ingenuo ante las posiciones y labores de la vida, pero ahí estaba, luchando por un puesto importante.
-Oye Dan. ¿Vienes unos minutos?
-Señor Mauricio. Ah, sí. Antes que nada, mi más sentido…
-Déjalo así hijo. Necesito que nos ayudes con una tarea que vamos a encomendarte. Por hoy, iremos en el auto y te contaremos en el camino lo que debes realizar, en lo que nosotros tomamos control de la situación. ¿Ya vas de salida?
-No señor, puedo ayudarlo.
-Perfecto, sabía que no ibas a fallarme. Te esperamos en el estacionamiento.
Daniel no tardó mucho y subieron los tres al auto.
En el camino, Jorge detalló el problema y lo que necesitaban de Daniel.
-…¿Y debo venir de noche siempre?
-No necesariamente. Si puedes venir un fin de semana no habría ningún problema.
-Pero esa casa es enorme y ahora estará tan sola…
-Si tienes miedo, podemos buscar a otra persona, o podemos acompañarte. El problema es que no siempre vamos a tener tiempo. Es en lo que se encuentra a un comprador. Hoy ya se contactó a un posible, así que no debe tardar el procedimiento de la venta.
-Bien… Creo que si los puedo ayudar. Vendré con mi familia.
-No es una casa de campo chico. Es solamente ver que nada esté fuera de lugar. Es todo. No necesitamos tampoco que la limpies, solamente que observes que todo esté en orden.
El auto avanzó hacia la calle Soles, contrastando el nombre de la calle con el cielo que proyectaba a la enorme luna llena en todo su esplendor.
Llegaron a la calle Soles.
No solo la casa se hallaba sola. La calle también se encontraba en un terrible e incómodo silencio. Algunas personas ya habían dejado recuerdos en la puerta de la casa del señor Álvarez. Los tres entraron.
En efecto, el silencio en la casa era completamente incómodo. Por cada paso y habitación que visitaban, encendían las luces.
Todo estaba como la última vez que visitaron aquel lugar.
-Es enorme y hermosa-, dijo Daniel.
-Y no la viste llena de vida, de gente. Aun en sus enfermedades, abandonos y pobreza, aquí la gente se llenaba de vida. El señor Álvarez tenía voluntarios los fines de semana y algunos más entre semana, que le ayudaban con gente de escasos recursos o en abandono y podían vivir en esta casa. Si las paredes hablaran, contarían muchas historias de…
Un rasguño terrible se escuchó muy cerca de donde estaban ellos. Tras el ruido aquel, el vacío que prosiguió fue incómodo. Luego, vino un fuerte golpe en lo que parecía una lámina muy delgada de un portón. O una jaula. Se escuchaba más como el ruido de una jaula.
-¿Qué es eso?
-Viene de abajo. Vamos. Dani, ponte detrás de nosotros.
-Voy a llevarme este palo Mauricio. No sabemos qué animal haya entrado a la casa.
-El señor Álvarez no tenía animales. Me extraña mucho esta situación. Si alguien ya estuviera viviendo aquí se nos informaría.
-Oigan. ¿Y si siempre ha habido alguien aquí?
-No especules pequeño. Lo sabríamos.
-Mauricio, no sabemos nada. Venimos aquí, totalmente a ciegas.
Aquella cosa se azotaba con más fuerza. Se escucharon de pronto unos grilletes. Cadenas, si, eran unas cadenas. Pero parecían pesadas y enormes. Descendieron a lo que parecía un pequeño sótano, una habitación que ni ellos conocían de la casa.
-Bien amigos. Oficialmente debo decirles que esta parte de la casa no la conozco y que, avanzaremos lentamente.
-Está oscuro debajo Jorge.
-Iré tocando la pared en busca de luz. No tienes de qué preocuparte. Además, eso está amarrado. Un enorme ladrido surgió de aquel oscuro sitio y la extensión de las cadenas forjó hasta el punto de quiebre de las mismas. Pero eran lo suficientemente fuertes para soportar aquella terrible fuerza.
-Eso no suena como un perro-, Daniel asustado, estaba a punto de olvidar la idea de las visitas.
-Mauricio, llama a la perrera y que vengan lo más pronto posible. No podemos descender aquí sin ayuda y sin la iluminación necesaria. No puedo encontrar ningún interruptor. Las paredes se abren en lo que parece una habitación circular, pero con la luz del teléfono celular me es imposible visualizar. Creo que esta habitación es enorme y no hay muebles. Mi voz produce un eco.
-Y también los ladridos del animal. Vamos Dani, llamemos a alguien.
Mauricio se quedó tentando las paredes, pero no quería avanzar. Un terrible vaho podía traspasar la fría oscuridad y él, sentirlo en su mismo rostro. Si estaba cerca del animal, podía dañarlo. Decidió volver sus pasos y regresar a la primer planta donde Jorge ya hacía la llamada a los servicios de la perrera.
-Listo amigo. Vendrán en unos minutos.
-¿Qué ocurre Jorge?
-Ni idea.
-Oigan. ¿Y si continuamos recorriendo la casa en lo que viene la perrera?
-Mala idea amigo. Ya encontramos una bestia ahí debajo. No voy a exponerme a más cosas horribles en esta mansión.
Esperaron a la luz de la luna, que dejaba caer su luz a través de las ventanas.
Tras casi 30 minutos de espera, llegó la perrera. Llamaron a la puerta y abrió Jorge. Vio a dos individuos bien armados. Luces, una cadena y unas pinzas de agarre.
-Creo que van a necesitar algo más que eso. Aquello mis amigos, suena enorme.
Un aullido erizó la piel de los presentes. Era un ruido imponente que atravesaba la noche y todos los nervios de cualquier ser humano.
Uno de los hombres de la perrera, con un mostacho negro y regordete, volvió a la camioneta y cargó una escopeta con un dardo tranquilizante.
Los cinco dentro de la casa al fin, tuvieron un plan.
-Bien jóvenes. Necesitamos de su ayuda. Uno de ustedes baja conmigo. Mi compañero se queda aquí arriba con las pinzas y el cable para agarrarlo en caso de que se suelte. Te grito si algo sucede, estate atento. Ustedes dos; niño, ponme atención. Tu ve dentro de la casa, eres muy débil para esto.
Dani obedeció y se quedó detrás de un cuarto que tenía una enorme ventana, por donde podía ver la puerta de acceso al sótano y nada más.
El hombre de mostacho bajó con Mauricio, quien ya había más o menos palpado la habitación. El otro hombre, más alto, se quedó con Jorge a la espera.
Con la enorme lámpara, alumbraron la habitación. Algo se movía debajo muy rápido; era enorme. -No sé que animal sea, pero por su tamaño, no creo lo que veo, es muy rápido. Alumbró al frente.
Unos enormes colmillos y un ruido de ladrido, seguido de la tensión de las cadenas, asustó al hombre del mostacho.
-¡Hallé la luz! ¡Voy a encenderla!-, gritó Mauricio.
Al hacerlo, el animal retrocedió.
Estaba dentro de una enorme jaula. Amarrado a unas cadenas enormes y unos grilletes muy bien presionados, había dejado marca en sus patas, debido también a la fuerza con la que se lanzaba para intentar escapar.
Era un perro. Un lobo. Una mezcla de ambos.
El hombre del mostacho sostuvo su escopeta y preparó un dardo. Tenía otros de repuesto. Sabía que aquel animal sería difícil de derribar.
Aquel ser, intentaba por todos los medios liberarse. Se hallaba furioso. Su pelo oscuro, con tintes blancos en el pecho, le daban un aspecto señorial, de no ser pos sus ojos anaranjados y llenos de furia, lo que le daban un aspecto completamente diabólico.
El hombre regordete disparó el primer dardo, que se impactó en la pata trasera de aquello. El animal aulló otra vez. Todos se cubrieron los oídos por la fuerza y la intensidad del aullido. Aunque también lo hicieron por la parálisis que aquello podía darte.
Disparó el segundo y tercer dardo.
La bestia comenzó a jadear, de sed, de venganza, de sueño.
Pasaron al menos 20 minutos cuando por fin, la enorme bestia cayó.
Un cuarto dardo estuvo a punto de ser disparado cuando Jorge descendió y detuvo al hombre del mostacho.
-¡Ey hombre deje eso ya que si no lo mata!
-¡Prefiere que nos mate a todos! ¡Solo mire esto! ¡No es un animal que conozcamos, maldita sea! ¡No sé en qué nos han metido, pero van a ayudarme a sacarlo de aquí! Tenemos que amarrarlo bien y deberé cuidarlo para llevarlo a un zoológico. Las jaulas de la perrera no pueden contener a este animal.
Entre todos, con cuero, cinta y algunas sogas, amarraron las extremidades y fauces de aquel animal.
Tuvieron que cargarlo entre los cuatro y sacarlo del sótano. Con todo y esto, el animal era muy pesado. Lo subieron en la parte trasera de la camioneta. Había perros grandes, pero este era completamente ridículo en proporciones, ya que, de no traer otros animales, hubieran dejado escapar la carga que trajera, ya que con mucho trabajo, pudieron meter al animal en la camioneta.
-No sé cómo vamos a explicarle esto al zoológico, pero algo ha de hacerse.
-Gracias señores.
-Gracias. Esto no es un “gracias”. Luego enviaremos la cuenta. Esto es demasiado.
Y tras cerrar la puerta, los hombres dejaron la calle y enfilaron hacia el zoológico.
-¿Qué era aquello Jorge? No puedo creer que algo así exista. No es…
-Tampoco me lo puedo explicar. Pero esperemos que en el zoológico puedan explicarlo.
-¿Por qué estaba amarrado con grilletes?
-El señor Álvarez nunca habló de esto. De nada de esto. Ni siquiera conocíamos esta parte de la casa Mauricio, pero… Mira, tenemos que tener vigilada la casa, tengamos trabajo o no. Esto no debe volver a ocurrir. Mañana enviamos a gente a retirar todo esto y cerramos esta zona de la casa. Aquello no puede volver, sea lo que fuera o quien sea que lo haya abandonado aquí.
-Mis amigos y señores. Aquello no era un perro común. Era un maldito lobo de los Alpes o algo así.
-¿Y sabes cómo llegó aquí Dani?
-Si ustedes no lo saben, yo menos.
Los tres se quedaron pensando algunos minutos sobre aquel incidente y decidieron registrar la casa mañana, con luz de por medio, por si algo más, un secreto del señor Álvarez, aun estaba oculto en cualquier otra habitación.
NOTICIAS DE LA NOCHE…
Silvia estaba llegando a casa. Su pequeña ya había marcado otras seis veces. La desesperación de una pequeña niña y la ineptitud de su padre. Estaba cerca. La canción de la radio se vio interrumpida por una noticia, en lo que ella entraba a la calle de su casa.
“… Una disculpa amigos por interrumpir la melodía. Debemos informar a ustedes, que, hay un caos sobre la avenida principal, propiciada por la volcadura de una camioneta de la perrera municipal. No se han encontrado a los pilotos de dicho vehículo los cuales se cree se han dado a la fuga tras el fuerte choque que está deteniendo a la circulación. Lo extraño, es que parece que desde dentro, las puertas fueron forjadas por algo que…”. Silvia apagó la radio al terminar de estacionarse.