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Amor es, en la Oscuridad.


MIL VECES, CONTIGO.

“Paletada tras paletada, terrones, polvo, piedras, apisonando, amacizando; ahí te quedas, de aquí ya no sales”. Jaime Sabines.

21 DE MARZO DE 2010. 03:00 HORAS.

Cuando la noche avanza, qué puede importar sino escuchar y ser escuchado. El silencio no lo es todo, no para ellos desde hace dos semanas. Exclusivamente encerrar su voz dentro de la bocina del teléfono; proyectar los sentimientos hacia la el auricular del otro.

No era una simple llamada, era el inicio de algo muy diferente a los sentimientos entre seres del sexo opuesto. Hombre-mujer, no. Incubo-súcubo, no. Tal vez ni siquiera exista una conexión entre ambos, en lo que eran en la oscuridad. Las almas no tienen un nombre, solo se posan en diferentes cascarones durante cierto tiempo y tras un lapso de vida.

Esa noche, el ambiente comenzaba a ser cálido, exceptuando por el cielo pintado de un azul que se teñía de negro conforme a su descenso en la superficie. Las noches ya no son noches, ahora la iluminación humana da un aspecto diferente a la oscuridad. El hombre le teme. Algunos la hacen suya para cometer fechorías. Otros, la hacen suya para ocultarse. El resto, puede vivir dentro de ella; escasos son, pero ahí están.

No necesitaban llamarse por largos lapsos de tiempo, aunque en esta ocasión, este duraría un periodo largo.

El 21 de marzo, cuando la primavera comenzaba a llegar, un muy pequeño corte superficial en el ambiente, hizo que la oscuridad atravesara los muros del color y los nuevos aromas, cayendo hacia los corazones podridos y rotos de estas almas.

Él, abrió su corazón primero, sin importar el dolor que pudiera producir. A fin de cuentas, ya dolía y cuando el dolor no se sobrepone, da igual sentirlo o no. Hacerlo más grande en ocasiones, termina siendo placentero.

-Tengo algo que proponerte.

-¿Qué?

-La verdad y a todo esto, ya no puedo ocultar nada. Si no lo digo ahora, no podré decir que lo intenté. Quiero estar contigo, cuidarte y que me permitas hacerlo siempre.

Ella, en su silencio, comenzó a realizar un cambio interno, haciendo que el corazón bombeara más rápido.

-¿Y qué más?

-No vengo a prometerte amor, ni siquiera ser algo. Sólo sé que te necesito y que necesito estar contigo. Que seamos algo jamás descrito por la gente. No somos algo normal; mucho menos real, ni siquiera podemos decir que encajamos en algún punto social. Odio las etiquetas y estoy cansado de los amores de siempre, esos que prometen y no pueden cumplir. Dejemos que todo esto transcurra y se vaya dando conforme avance nuestra vida. No te prometo nada, solo…

-Yo también quiero eso. Me gustas desde hace tiempo… Mucho tiempo…

-¿Entonces?

-Hay que intentarlo.

-Sólo una regla de por vida: sé tú misma y déjame ser. No estaremos juntos siempre, si tienes un sueño, cumple, te estaré esperando cuando eso suceda.

-Vamos a intentarlo. Me parece razonable.

-Te veo el lunes, descansa.

-Tu igual.

Con un solo sonido del teléfono, el silencio abrió un terrible abismo en sus corazones. La noche lo cubría todo en ellos, al menos, su persona, mente cuerpo y corazón.

“Tan solo una chica de un pequeño pueblo, viviendo en un solitario mundo. Tomó el tren de media noche sin destino”.

“Solo un chico de ciudad, criado en el sur. Tomó el tren de media noche sin destino”.

En el viaje hacia las pesadillas diarias, un mensaje llegó a su celular.

“Que descanses amor”.

Y así, llegó la oscura primavera. No importando que naturalmente el sol aparezca radiante por estas tierras ni que la belleza de la fauna y flora deje verse. Siempre hay un tono oscuro que se puede ver, aun en estas fechas.

Si no me creen, observen el cielo de noche y verán, sin objetar, parte de la luna, completa o sonriente.

Y solo miren en el transcurso de algunos días, habrá lluvia refrescante ante un sol brillante. O verán que las estrellas bailan al ritmo de sus corazones. Todos les envidian. ángeles, demonios, personas. Nunca nadie hallará algo como lo antes descrito.

“Extraños esperando, subiendo y bajando la avenida, sus sombras se buscan en la oscuridad”.

Tras leer unas cinco veces el mensaje, sentirla cerca de su cama, cerró los ojos. Él no sueña. Vive. Tras pensar en lo que vendría, intenta dormir. No puede hacerlo, porque quiere verlo. Ella también vive.

22 DE MARZO DE 2010.

En contraste a lo ocurrido, había llegado al fin el lunes. Fue un duro día domingo, un fin de semana caluroso.

Acordaron verse a la una de la tarde en punto, hallarse en el camino detrás de la biblioteca escolar. Ella ya estaba en la escuela, mientras que él debía caminar y trasladarse hacia allá. No les costaba nada, tenía clases y era más su emoción por verla, ahora, de una forma diferente. Ella apresuró todo el camino. El reloj no marcaba la hora propuesta, era lento. Las clases más largas. Intentó sacar de su cabeza la idea para hallarse ocupada en algo más, pero era imposible. Él gobernaba su ser.

Al término de la última clase, no salió con sus amigos, sino que se dirigió sola hasta el lugar acordado, caminando apresuradamente.

En camino, el chico escuchó la letra de una canción que tenía sentido, tal vez no ahora, pero que más adelante sería el soundtrack de su vida.

“No quiero una cuenta regresiva, ni hacer lo mismo distinto. No quiero la misma vida, pero quiero el mismo instinto. Yo quiero empezar de cero y hacer lo mismo distinto…”.

Llegó un mensaje de ella, que se encontraba cerca del sitio acordado.

“…Yo quiero vivir mil veces y las mil veces contigo…”.

Descendió del transporte y se daría a la tarea de buscar la canción más adelante. Corrió hacia el sitio y pudo divisarla.

Tenía en sus manos, una paleta sabor piña. Al encontrarse, se detuvieron uno frente al otro. Ella sacó la paleta de su boca y le invitó.

-¿Quieres?

Sin temor alguno, con el sol en todo su esplendor, cubriéndolos parte de la sombra que proyectaba el edificio, tomó con su mano el rostro y acercó sus labios. Ella no opuso resistencia y se entregó a un beso apasionado. El primero de muchos, y el más inolvidable.

-Si quiero.

Ella sonrió.

Caminaron a la parte de atrás de otro edificio, donde se refugiaron algunos días, en lo que ella terminaba con otra persona que ya no le era importante y, en lo que podía entender mejor a su nuevo acompañante, amigo, confidente, novio. Lo que fuese. Cada beso era más apasionado.

-A veces me das un poco de miedo.

-¿Por qué?

-Tu mirada es misteriosa.

-No soy el único al que ves. Hay mucho más que ver. Pero iremos poco a poco, te contaré más de lo que hay más profundamente.

Todas las tardes, en aquel lugar, se ocultaban de los que solían “amarse”, de los que “estudiaban”, o “impartían clases”. Ahí, no solo creció un simple árbol o la naturaleza. Ellos crecieron con lo demás.

Pasaron los días. No era solamente amor. Se protegían, cuidando uno del otro. Escucharon historias y las redactaron. Ella las dibujaba. Él hacía un escrito. Su vida era el arte, pero en el mundo real, el hambre se consume por un empleo redituable.

“De amor no se puede vivir”.

Un viernes, al salir del auditorio tras las clases de creación literaria, él le mostró aquella canción que había escuchado el lunes.

La escucharon, descansando en su pequeño sitio de amor, en la sombra que propagada por un cielo nublado, divagaba en caer lluvia o no.

La canción sonó hasta en lo más profundo de sus almas.

Abrazados, llorando; intentaron dormir un rato, dejando que el mundo siguiera su curso.


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