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Cuentos que, no son de hadas.


Tras calzar la zapatilla de cristal. Después del largo viaje en la carroza. Al ser cargada por el príncipe Felipe por las enormes escaleras del castillo; se abrió la puerta.

Los aposentos eran enormes. Había espacio para muchas cosas.

La dejó en el suelo lentamente y se retiró. La ahora princesa, observaba el castillo con otros ojos. Felipe llegó nuevamente a su lado, trayendo consigo una escoba y un balde.

-Ya tienes experiencia, esto es, en lo que encontramos sirvientes.

A la fecha, la zapatilla de cristal no reluce en el viejo mueble donde ahora intenta brillar, como algún recuerdo lindo. Opacada y triste; ya no entra en el pie de Cenicienta, la ahora reina; con sus kilos de más producto de sus hijos; lava, plancha, barre y limpia la terraza para todo su regimiento.


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