Cuentos que no son de hadas
- jfuentes7cv6
- 13 mar 2017
- 1 Min. de lectura

Intentó regar nuevamente las rosas, no sin antes observar que la que se hallaba dentro del recipiente en forma de cúpula, no se encontraba en su lugar. Estuvo a punto de molestarse, cuando observó que en su lugar había nuevos libros.
Se calmó. Suspiró… No; aspiró fuertemente el aire, en busca de no transformarse nuevamente. Ella salió de la enorme puerta del castillo, con otro libro en la mano
-¡Otro libro! ¡Aquí tienes suficientes! ¡¿Dónde está mi rosa?!
-Ay querido, esta mañana pasó el camión de basura y la he tirado. Ya estaba marchita, es más, tenía tiempo que no le dedicabas amor. Igual que a mí.
-¡Esa rosa era el símbolo de nuestro amor y nuestra… nuestra…!
-¿Ves? Ya ni siquiera recuerdas lo nuestro.
Así, el ahora príncipe salió corriendo detrás del camión de basura, pensando que él no era la única bestia del castillo. Hasta la más Bella y sublime, suele tener su lado bestial.
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