Cuentos que no son de hadas

Intentó regar nuevamente las rosas, no sin antes observar que la que se hallaba dentro del recipiente en forma de cúpula, no se encontraba en su lugar. Estuvo a punto de molestarse, cuando observó que en su lugar había nuevos libros.
Se calmó. Suspiró… No; aspiró fuertemente el aire, en busca de no transformarse nuevamente. Ella salió de la enorme puerta del castillo, con otro libro en la mano
-¡Otro libro! ¡Aquí tienes suficientes! ¡¿Dónde está mi rosa?!
-Ay querido, esta mañana pasó el camión de basura y la he tirado. Ya estaba marchita, es más, tenía tiempo que no le dedicabas amor. Igual que a mí.
-¡Esa rosa era el símbolo de nuestro amor y nuestra… nuestra…!
-¿Ves? Ya ni siquiera recuerdas lo nuestro.
Así, el ahora príncipe salió corriendo detrás del camión de basura, pensando que él no era la única bestia del castillo. Hasta la más Bella y sublime, suele tener su lado bestial.