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El redactor de la Muerte: Viviendo pesadillas.


Avanzamos otra vez hacia el puerto que nos llevaría hacia Irlanda y de ahí, un coche que nos transportara largamente por medio territorio europeo hasta desembocar en Polonia. El viaje, se antojaba eterno y largo, pero era un deber a cumplir.

Había descendido de un barco y pesadillas y volvería en instantes a ellos. Una gota que cayó del cielo anunció la espera.

-¿Señor Madhi?

El enorme hombre se detuvo y miró al cielo.

-¡Con mil demonios!

Frank caminaba entre la multitud aun, buscando una forma de llegar a casa.

-¡Oye tú!

Frank volteó a la voz de mando del señor Madhi.

-¿Aún está en pie tu oferta de quedarnos en tus aposentos?

-Si se refiere a mi casa señor, por su puesto.

Madhi saltó de su asiento y pidió al cochero detener el auto. La lluvia no tardó en arreciar. -A este paso nunca llegaremos a Polonia, pero es preciso que nos ocultemos el día de hoy, mañana saldremos sin falta señor Brave. Los barcos ya tienen prohibido salir cuando inicia la lluvia y créame, le he esperado por tres largos días con sus noches y este clima no es nada agradable por estas tierras. Así que debemos refugiarnos con el chico. ¡Baje del coche!

-Por supuesto.

Su voz, más que la de un esclavo, era la de un hombre que debía protegerme y yo, obedecer cada línea y órden que de su boca saliera. Lo comprendí en cierta forma, ya que no conocía aquellas tierras.

Una forma tan poética la que pintaba el cielo. Bajo nosotros, la lluvia empezaba a caer y a lo lejos, allá en un pequeño punto negro, las tierras irlandesas, con un calor de sol impresionante. Era una bella imagen, de esas que me gustaría, en verdad, poder observar por largo rato.

El chico avanzó entre la multitud y fuimos acercándonos a un abandonado barrio donde ya no circulaba tanta gente. Corrían todos en busca de refugios debajo de techumbres y mantas de negocios. Intentamos refugiarnos en pequeños techumbres y salientes de las casa, pero era inútil, el viento hizo más fuerte la brisa y las gotas de lluvia ya se agolpaban en nuestros cuerpos. -¡Ya no falta mucho! ¡Doblando la esquina llegaremos!

-¡Niño, eso dijiste hace tres calles atrás!

-¡Tomamos el camino largo, perdón!

-¡Dejen de discutir hombres, requerimos llegar antes de que salgamos volando con este viento!

Así fue, doblando la esquina, hallamos un pequeño edificio. Frank abrió la puerta de su hogar y nos invitó a entrar. Ya dentro, el sordo golpe de la puerta y su atranque póstumo, generaron un poderoso eco en la construcción. Madhi observó a lo largo y ancho, esperando que algo se viniera encima próximamente, pero aquello no sucedió.

-Subamos, les encontraré ropa limpia y unas toallas. No tenemos mucho, pero lo necesario para pasar la noche.

Era una casa que, de haber contado con mayores ingresos, sería hermosa. Algunos muebles por el pequeño pasillo. Una puerta para el sótano, mesitas de noche con flores. Extrañaba mucho a Ming y esos detalles.

No tenía a mi mujer y eso, para un hombre enamorado es muy difícil, tanto para el corazón figurativo como el físico.

-Suban, les llevaré algo de agua caliente y unas ropas. Pónganse cómodos. ¡Querida, llegué y traigo invitados!

Frank entró a lo que, parecía una cocina. Asomaba una tabla de madera mal adosada a otros dos postes de madera, una vieja escoba y lo que parecía un muy pequeño hornito con leña que fungía como la estufa.

¡Tan lejos estaba de tantas comodidades!

Pero era mi trabajo y debía cumplir con él. Madhi examinaba toda la casa, cuidando que nada se derrumbara con tan peligrosa lluvia.

Una mujer de un tono oscuro, con ojos negros como la noche y un cabello recogido, se asomó de la cocina. No era joven ni mayor; el punto medio en la madurez y la juventud de una mujer. Ella hablaba poco inglés, por lo cual, su traductor llegó para apoyarnos.

-Ella es mi esposa señor Brave. No habla mucho inglés. La conocí desde muy pequeño, aprendí su dialecto africano y podemos entendernos. He tratado de enseñarle inglés, aunque ya sabe como es de difícil de explicar.

-Un momento Frank. ¿Cómo se conocieron?

-Oh señor Brave, usted siempre directo a los detalles. ¿Le parece que vayan a cambiarse usted y el señor y después nos acompañen a nuestra habitación y hablemos?

Me extendió unas viejas camisas y pantalones, que dudaba yo de que me quedaran, pero no habría de otra.

La esposa de Frank, quien se presentó como Niara, nos ayudó a poder secar la ropa dentro de casa, tendiéndola con lazos dentro de una habitación. El señor Madhi y yo nos recostamos en una, no tan cómoda colchoneta y un viejo sillón. Mientras nuestros anfitriones estaban en dos colchones grandes que servían como cama.

-Bien señor Brave, preguntaba cómo nos conocimos. En realidad, la conozco desde que era un niño. Mi padre era un apoderado de la ley y por lo tanto, era una persona de gran ayuda en las comunidades inglesas, aparte de tener buena posición económica, nos proveía de muchas comodidades.

-¿Y cómo terminaste en este…?-, Madhi detuvo sus palabras para no herir al joven y su esposa, que aunque entendía poco, las miradas de Madhi bastaban para repudiar la situación de vivienda de aquellos jóvenes.

-Bueno, a eso voy. Ella llegó con su familia a nuestro hogar para realizar labores domésticas. Siempre me salía a escondidas de mis clases privadas para poder jugar con ella. Era más divertido ser ella que ser yo en aquellos tiempos donde tenía que estar encerrado estudiando lenguas, ciencia, matemática. A un niño no le entretiene nada de eso. Es necesario sí, pero no para mí. Conforme crecimos, ese interés y juego de niños se fue volviendo amor. Ustedes saben cómo es eso de ser esclavos.

Miró a Madhi y, al ver que este le devolvía una mirada más retadora, se volvió hacia mí.

-Ella no podía asistir a mis clases privadas. No podía sentarse a la mesa conmigo al tomar mis alimentos, no podíamos salir de noche. Solo escaparnos y jugar. Después, escaparnos y visitar el pueblo. La gente comenzó a hablar cuando nos veían caminar juntos en los mercados y las plazas.

Eso llegó a oídos de mi padre que me prohibía verlos. Llegó la situación al grado que, causé un gran problema y que expulsaran a su familia de nuestra casa.

-Vaya problema. Tú lo buscaste. No debes estar cerca de nosotros porque estamos…

-Nada de eso señor Madhi. En América ese tipo de costumbres han ido cambiando.

-¡Mentiras señor Brave! ¡Usted más que nadie sabe que eso de la esclavitud en su país está aún más arraigado que aquí!

Hubo silencio en la conversación tras lo que el molesto señor Madhi dijo.

-Ustedes creen que ha sido muy bueno dejar a mi familia en la India y estar aquí, viniendo con ustedes que, lo tienen todo y yo intento construir algo y…

-Calma señor Madhi. No era mi intención herir sus sentimientos.

-No lo hiciste. Pero veo hacia dónde va tu historia. Abandonaste todo por la chica. Y no fue hace mucho tiempo. Decidiste vivir con esto, en una fina pobreza.

-Pero feliz señor Madhi. Y no me arrepiento de haberlo hecho. Su familia no quiso ser estorbo para nosotros, así que decidieron irse a otra casa a prestar sus servicios. Nosotros en cambio, hallamos esta casa, que pagué con algo de esfuerzo y como verán no es muy acogedora, pero vendrán tiempos mejores. Señor Brave, ya le he dado la noticia a Niara y está muy agradecida con usted. No empacamos mucho, como verá, pero gracias a usted nuestros sueños van a cumplirse.

-Chico. America es un gran país, un enorme continente, pero debes luchar una vez que pises tierra. Así lo hicieron mis antepasados. Y hoy, bueno, mi reputación ha sido tan buena que he venido a dar con ustedes y heme aquí, en esta casa acogedora y llena de amor por dos jóvenes… Pensé en Ming y cómo la extrañaba.

-¿Se encuentra bien señor Brave?

-Solo me ha cansado un poco el viaje. Hemos de descansar ya que partiremos mañana.

El señor Madhi asintió, abrumado un tanto por la plática.

Decidimos acomodar el sillón en la habitación pequeña donde colgaba nuestra ropa, para no entorpecer la vida de los jóvenes aquellos. Madhi no dormía, miraba por la envejecida y empañada ventana del cuarto, cuando la lluvia comenzaba a secarse y la noche a enfriar la atmósfera. Decidí cerrar los ojos y pensar en Ming.

El sueño vino a mi tan sencillo como cuando es necesario que la mente repare en buenos pensamientos. Ella venía en un enorme coche oscuro, de esos Ford que ya están circulando por las calles del mundo. Al descender, vestía su kimono de color rojizo, con bordados de fino lino color dorado. Y su cabello, recogido con esos palillos elegantes de su tierra. Era tan hermosa. Le extendía la mano para entrar después a un enorme teatro.

De pronto, debajo del coche, una oscuridad cimbraba la tierra y el coche. El conductor descendía de su cabina para examinar aquello. La oscuridad lo devoraba en sus fauces malignas. La gente alrededor corría. De esa terrible penumbra, emergía el cadáver de aquel ser que hallé en el barco, con su carne putrefacta y hecha jirones, lanzando sangre y pus por todo el suelo. Paralizado, aquella cosa innombrable, se lanzó hacia Ming y de una mordida le arrancaba parte del rostro. Fui sobre aquel cadáver para retirar su dentadura putrefacta de mi esposa, cuando, con una fuerza desconocida por mortales, me arrojó con facilidad al suelo, sosteniéndome con ambas manos mis brazos. Sentía crecer el miedo y con cada temblor, aquella cosa reptante se fortalecía.

-Te advertí que te fueras…

La voz venía de algún sitio, no de “eso”. Era como si alguien en otra dimensión pronunciara nuestro idioma, traducido exactamente para decodificar el mensaje. En el proceso, volaba oscuridad y fonemas que hacían vibrar el tímpano, pero no eran decodificables. Entonces sentí el dolor de sus dientes podridos hundir la carne. Y el grito inundó la habitación.

El señor Madhi se hallaba sobre mí, intentando calmarme, hasta que de un solo golpe en la mejilla, intenté volver en sí, para luego desplomarme por completo del cansancio.

La noche prosiguió sin problema alguno, recuerdo que mi mente solo reproducía el color blanco, buscando un poco de calma.

Alrededor de las 9 de la mañana, el señor Madhi fue a despertarme.

-Sé que ha tenido una larga noche pero es tiempo de irnos. El chico ha ido a adquirir sus boletos para un viaje hoy o a más tardar mañana. Pero ya es tiempo de irnos, mi empleador… -Tu empleador, tu empleador. Me golpeaste anoche.

-Se volvió un ser turbio y peligroso, gritaba cosas extrañas y asustó a la pareja. ¿Qué quería que hiciera? Estaba tornándose violento.

-Tuve un mal sueño producto de lo que viví en el barco.

-Vivir del pasado está mal. En mi cultura lo más importante es siempre mantener la mente abierta y limpia de todo aquello que nos lastima, o sino, sufrir, así como usted, que hay cosas que no deja atrás para concentrarse en lo que necesita hacer. En este caso, hallar a mi patrón.

-A veces no entiendo una palabra de lo que dices, tal vez porque nunca lo he vivido.

-Sus ropas ya están secas. No va a irse en esos harapos, ¿o sí?

-Dame cinco minutos y nos vamos, ¿quieres?

Madhi salió de la habitación y pensé en lo molesto que era tenerlo cerca. Aunque recordé que tiene una misión conmigo y yo tengo una misión. Temía que la pesadilla de anoche arribara dentro de la embarcación, pero en realidad era un viaje de tan solo horas.

Salí de la habitación y Madhi, como siempre, a un lado de las puertas esperando. -Siempre aquí y siempre fiel, ¿no es así señor Madhi?

-Como guste señor Brave. Pero una vez llegando a casa ni crea que voy a cuidar de usted. Lo acompañaré a donde deba, pero los peligros se los acarreará usted.

-Y si algo malo me sucediera o estuviese en peligro, ¿no me ayudarías por mi bien y por el de hallar a tu amo?

-Daré recomendaciones de lugares a visitar de la Polonia que conozco. Si no conozco el lugar daré aviso y dependerá de usted entrar o no, entrevistar o no a alguien. Está por su cuenta por mucho que lo acompañe. Mi empleador y ahora, amo sustituto, sabe de todos estos métodos. Si usted falla, habrá otros.

-No tan buenos como yo.

-Hay mejores. Usted fue primera opción. Y déjese de juegos de ser el mejor y el más profesional. Hasta ahora a todo le teme.

-¡Estuve con un maldito cadáver en el barco investigando su asesinato! ¿Has pasado por algo así Madhi? Has tenido que…

Lo miré sin turbar la mirada.

-Eres un ser tan pragmático.

-Y su diccionario no me impresiona.

-Vámonos entonces. No esperaremos a Frank ni a Niara.

-Les he notificado que partiríamos una vez que lo despertara.

-Eres predecible y autómata.

Antes de salir, deje una nota a nuestros amigos. El sol se asomaba en las mojadas calles de Londres, de un barrio que jamás volvería a ver o pisar. Incandescente sensación del vapor emergente del suelo y el rocío de las empedradas calles hacía de aquello una hermosa mañana, poco disfrutable por los planes de trabajo y del autómata Madhi.

-Debemos proseguir señor Madhi…

-Ya me he adelantado y he solicitado un coche que nos lleve al puerto irlandés.

Me miró otra vez con desdén.

-No soy tan predecible. Buscaremos quien nos lleve.

Así pasamos un rato hasta que un viejo cochero se ofreció a llevarnos.

Durante el camino, hubo bastante silencio, hasta que al fin, el enorme hindú decidió romperlo.

-Imagino su situación fue terrible. Discúlpeme si he tratado de hacer todo, como usted dice…

-Pragmático.

-Eso. O muchos le llaman cuadrado. Pero esta es mi labor señor Brave. He de preguntarle la situación en el barco. ¿Cómo fue?

-Horrible. No quisiera recordarlo. Sueño con ese cadáver. Cosa. ¿Sabes algo? Creo que al estar tan cerca de la muerte, ese ser, no el que yace, sino, esa oscuridad y misterio que le envuelve, justo ahí, en eso que nuestros ojos no visualizan, se halla alguien que lanza un polvo o conjuros malignos que hacen que sueñes con el fallecido e imagines que, vuelve de la tumba en tu búsqueda. -Nunca lo había visto así.

-Creo que no. Nadie lo ve de esa forma hasta que puedes vivirlo. A parte, el aroma del cuerpo es un mensaje que no puedes contener en tu mente sin comenzar a imaginar otras cosas. Tal vez, una persona que yace en su cama, como si durmiera, aunque de forma eterna, no te causa el mismo duelo e imaginación.

-En mi cultura, existen muchos mitos con respecto a la muerte. Hay uno de ellos muy extraño. Existe una forma de escuchar a los muertos. Hay un templo en el que tú puedes entrar. Antes de eso, si quieres hablar con el fallecido, debes arrojar las cenizas en las escaleras de entrada al templo y tú debes permanecer dentro del santuario. Por la noche, si su espíritu lo desea, el vuelve de las garras de los espíritus y puedes hablar con él. Si llegaras a abrir las puertas del santuario, dicen que ese espíritu se torna maligno y te persigue hasta tu propia muerte.

-Que alentadora es tu plática cuando me siento perseguido por uno de esos espíritus.

-Pero todo es un mito señor Brave. Intenté hacerlo en una ocasión con mi padre y nunca funcionó. Como usted dice, tal vez solo la muerte hace que imaginemos cosas. Por ello, aprendí en mi cultura a solo abandonar los malos pensamientos, para que estos, no se vuelvan malignos.

-Tal vez. Pero todo aquello será difícil borrarlo de mi cabeza.

-Puede comenzar observando el paisaje.

Y abrió una de las cortinas del coche. A lo lejos, el azul océano que dividía a Inglaterra de Irlanda se extendía en todo su esplendor matutino, junto con el sol. Observé cada centímetro y como el leve viento jugueteaba entre las pequeñas olas que hacía.

El coche se detuvo y la voz del cochero nos indicaba que hasta ahí llegaba, ya que más adelante encontraría mucha gente para avanzar a la misma velocidad.

-Caminaremos en este paisaje, gracias.

Descendimos del coche y avanzamos entre la multitud.

-Nuevamente le ofrezco disculpas señor Brave.

-Y yo igualmente Madhi. Conozco tu misión, solo que, deberíamos relajarnos un poco más. Yo me he estresado porque ha sido un viaje muy complicado. Todo lo sucedido en el transcurso del viaje, ha sido para mí una experiencia un tanto…

-Observe el paisaje. Iré en busca de una persona que pueda ayudarnos a atravesar el océano. Sino, tendremos que abordar un barco de migrantes.

-¿Migrantes?

-Aquí en Europa, todos buscan a los países grandes y, al no haber tantas fronteras, nos movemos de un lado a otro.

-Ya entiendo. Allá eso casi no sucede con los países del sur. O ocurre muy poco.

-Eso va a cambiar con el tiempo. Deberían ser como nosotros.

Y tenía razón Madhi. Cambió con el tiempo.

Observaba el océano entero, cuando al fin subimos a un barco con gente de todos colores, tamaños, culturas y posición social.

Miré al horizonte, mientras el señor Madhi me alcanzó para observarlo junto conmigo.

-En realidad, es bueno liberarse y usted lo necesita. El trabajo que requerimos de usted podría ser desgastante.

-Dijo que no hablaríamos mucho acerca del trabajo a realizar.

-Podría darle algunos pormenores. El viaje nos tomará algunas horas.

-Lo escucho.

Hablamos de la desaparición del señor Lahm. Una mañana salió a trabajar y jamás volvió. No tenía amantes o concubinas, alguna otra casa a la cual recurrir. Se hizo aviso a la policía local, la cual ha terminado de realizar cualquier otra investigación, al menos, dentro del país. Sus hijos han hecho lo imposible; hablan con gente, extranjeros. Cualquier pista los ayudaría. El señor Madhi incluso viajó a los países cercanos, pero no halló nada.

Me advirtió que al momento de llegar, no entablara conversación con la esposa del señor Lahm, quien ya había perdido el juicio y decía que su marido aun podía sentirlo dentro de la casa, como si fuese un fantasma o algo parecido.

Había dos criadas. Una de ellas, desafortunadamente enfermó y, la sustituyó su hija, una mujer muy joven para los quehaceres del hogar. La otra era una mujer que también aprecia mucho a la familia, así como el señor Madhi.

-Han sido tiempos difíciles señor y créame, que de no requerir su ayuda no estaríamos aquí hablando. El joven Lahm le dará un poco más de información de las búsquedas, inclusive podría ayudarlo tal vez a ir con la policía y que puedan darle detalles sobre la investigación. -Señor Madhi. Lo hallaré. Vamos a encontrarlo.

-¿Y si solo encontráramos su…?

No pensé en ello.

-No señor Madhi. Confíe y lo hallaremos.

Por primera vez lo vi triste y mirando hacia el mar. Lo dejé solo y me retiré por un momento a uno de los cuartos del barco que nos fueron asignados para poder dormir. Entre sueño y realidad, escuché a aquel ser que reptaba hacia mi camarote, el aroma penetraba las entrañas y la mente. Y desperté de golpe sin hallar más que solo el sol y mi locura.

Podía sentir al innombrable, y este me seguía a donde fuera. Me dejaría hasta que pudiera sacarlo de mi cabeza, lo cual se tornaría completamente imposible.


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