Cuentos que no son de hadas

Llegó hasta el castillo donde lo esperaba Rapunzel.
-¡Rapunzel!-, gritó el muchacho que debajo la esperaba.
En lo más alto de aquella torre, se asomó la hermosa mujer. Y sin preguntarlo, dejó caer su enorme cabellera rubia brillante hasta la parte baja.
Sigilosamente, el muchacho ascendió por el cabello de su amada.
Al llegar al final, se apoyó en la ventana y por fin llegó a los aposentos de Rapunzel. Ella estaba molesta.
-Perdóname Rapunzel, no volveré a subir por tu cabello; pero es que esta mañana he olvidado las llaves de la entrada del castillo.