top of page

Amor es, en la oscuridad:


“El amor murió desde el día en que Adán y Eva se engañaron. Pero hay seres que se atreven a comprenderlo hasta el final de los tiempos”. Demian Shadows.

ÉL.

“¡Qué costumbre tan salvaje esta de enterrar a los muertos!, ¡de matarlos, de aniquilarlos, de borrarlos de la tierra! Es tratarlos alevosamente, es negarles la posibilidad de revivir”. Jaime Sabines.

16 DE OCTUBRE 2009.

Era costumbre. Tan solo por sentirme mejor. Recuperar un poco de lo que me robaron tiempo atrás. Como cada viernes, me presentaba en el Auditorio de la ESIT, para acudir al Taller de Creación Literaria con el profesor Alejandro Arzate.

Empezaban los ensayos para una puesta escénica de “Que costumbre tan salvaje”, del poeta Jaime Sabines; de quien mi profesor, ambiguo y profundo sentimiento coleccionista tiene del autor. Ya tenía algunos conocidos de la puesta en escena. Esta vez, mi participación sería detrás del escenario. Ubicado en las luces, el sonido y los arreglos del evento, para que todo aquello saliera bien. Aclarar que no era mi primer día. Acudía a este taller o clase extracurricular, a partir de aquel 13 de Febrero del mismo año. Ese día, iba a clases, como cualquier otro día, cuando encontré a uno de mis amigos y ex compañeros de preparatoria. Al verlo, hubo mucho que decirnos, pero poco tiempo para compartirlo. Estaba en la cabina de audio y luces, observándolos a todos tomar sus posiciones y listos para la poesía coral. Y apareció ella. Un vestido blanco, en una mujer de piel blanca y cabello oscuro como la noche. Había pasado tiempo considerable observando chicas que tomaran una posición a mi lado, pero ella, era totalmente diferente.

Su postura dentro de la poesía, era ser la persona muerta y que se levantara de su mortuorio papel y decir:

“¿Por qué lloran?”

¿Por qué lloro? Porque mi mundo se destruyó tiempo atrás y he tratado de recoger los pedazos rotos. Por eso lloro, porque cada trozo duele.

Así, los ensayos fueron 2 o 3; no recuerdo cuantos. La recuerdo a ella. Se retiró a eso de las 2:30 de la tarde y fue cuando se detuvo todo el ensayo, ya que muchos tenían clases por la tarde. Igual yo, debía retirarme a las 4 de la tarde para asistir a mis clases.

Acompañé a mi profesor y tuve que serle sincero ante tan funesto descubrimiento:

-Sabes… Me gusta tu muerta.

Me miró como muchas veces lo hizo, cada vez que perseguía a sus alumnas o, hacía que sus alumnas asistieran al taller.

-No chavo, no, a ella no me la toques. Tiene problemas en su casa y es algo delicada. Además creo que tiene novio. No, entonces no.

-Bueno, intentaré entonces con alguna otra. O tal vez no importe.

Nos despedimos en los linderos de la puerta de acceso a Zacatenco y regresé a mis labores escolares. Un pensamiento fugaz. Me gustaba y eso era todo. Pero tal vez, como me había dicho, no era el momento de hacerlo. Además, mentalmente tenía mucho que resolver y no solo eso, también debía solucionar los problemas del órgano sentimental que engaña a las personas: el corazón.


CUANDO EL MUNDO COLAPSÓ…

“Recuerda, recuerda, el 5 de noviembre…”, frase sacada de la cinta V de Venganza, la cual cambié aquella tarde del día 25: “Recuerda, recuerda, el 25 de Noviembre. Tu vida cambiará para siempre”.

No es la única frase que entró a mi cabeza, también tengo una que, muchos de nosotros pronunciamos sin sentido alguno y solo por mera cortesía: “Hasta mañana”.

Pasaron 5 meses. Para algunos, poco tiempo; para mí, tiempo eterno. Perdí mucha juventud pero adquirí madurez en ese lapso. Mi padre cayó víctima de una enfermedad. Un no sé qué, que ni los médicos podían diagnosticar. Entró en coma. Pasaban segundos, minutos, horas, días, meses. Todos unidos, a la espera. Amigos y familia, iban y venían. La sala era la misma. Sólo una vez lo cambiaron. Pasé por todo aquello que un joven de 21 años no quiere y es cuidar a su padre enfermo. Estudiaba por las mañanas en su sala. Platicamos siempre. Escuchábamos música. Conversaba con él de mis tareas. Los fines de semana, algunos con él, algunos con mi entonces pareja. Pero todo estaba ahí, a punto de romperse. Todo en mi era una bomba de tiempo. Había conseguido una estabilidad y ahora, la explosión iría profundo.

Aquel 25 de Noviembre, antes de dejarlo en la misma sala de cada tarde, le dije: “Hasta mañana”. Avancé por el pasillo. Salí del hospital. Me encaminé a casa para reunirme con un amigo.

El primer fragmento del mundo se reventó por la tarde cuando recibí la llamada de mi abuelo. La llamada que esperaba cada día, pero no quería escuchar.

El fragmento botó de mi cabeza y se quebró al instante.

La llamé.

Me reuní con ella y me llevó un chocolate. No sentía su sabor, ni tampoco su amor y su abrazo. No sentía; como hace mucho, no sentía.

Fui a casa y todo estaba normal. Después de la tempestad llegó la calma. Todos descansábamos en silencio.

“Recuerda, recuerda, el 25 de Noviembre. Tu vida cambiará para siempre. Hasta mañana…”.

Uní la frase y había sentido.

El segundo fragmento brotó de mi cabeza para finalmente destrozarse cuando, tras una pelea, ella me confirmaba que todo terminaba. Adiós a tantos años de relación amorosa. Promesas que se incendiaron en mi mente. Ya no había nada por qué luchar. En un principio era algo completamente inexplicable lo ocurrido, pero también supe que mi lejanía y mis fallas, la alejaron de mí. Me porté muy mal con ella en esos momentos en que, el proceso de ruptura inició. Hoy, somos muy buenos amigos y hemos olvidado todo. Solo el tiempo cura las heridas, he de decírselos.

Pero en ese momento, al llegar a la escuela y no tener un propósito extra al salir de clases, me ponían aún más triste.

Busqué refugio y no había nadie.

Alejé todo de mí, por centrarme en curar mis heridas.

A este fragmento roto, el segundo, volvió un ser de los tiempos antiguos, en vísperas de posarse en el dintel de mi alma. Una personalidad fría y felicidad. Tiempo atrás, le llamé El Cuervo. Solitario, volando entre las nubes borrosas y grisáceas de la humanidad. Siempre flotando en el cielo inexplicable.

El tercer y último fragmento que estalló fue, en una tarde que la neblina, por extraña razón, descendió en uno de los patios de la escuela, justo donde me encontraba. No lloré, porque no había nada a que llorar. No tenía a mi padre y tampoco un amigo al lado. La familia y la escuela no eran suficientes. No había música ni libros. Tendido en el suelo, esperé que todo mejorara esa tarde.

Entre sueños y pesadillas, emergió. Aquel, a quien ella había nombrado, a quien se refería a veces para mi porte y oscuridad. A quien le puse un apellido por venir de aquel sitio: Demian Shadows. Los tres, buscamos un porque aquella tarde de Enero, sin encontrar respuesta alguna. Me quedé solo, deambulando por pasillos, donde otros chicos y chicas, paseaban y reían; me hallaba solo, sin buscar nada, solo la próxima clase que me sería impartida. Pusiera o no atención, era todo lo que me quedaba…

13 DE FEBRERO DE 2009.

Lo conocí desde siempre. Ya sabía quién ocupaba su corazón. Era un día en el que, debía pasar a ESCOM, al taller de dibujo por un cuadro que había pintado. Pero, ya no había el por qué asistir. Ellos me lo susurraban y yo asentía.

Eran las 3:30 de la tarde cuando descendí del metro y entonces, sentado en un descanso, me encontré a mi viejo amigo Pablo.

Hablamos poco. Preguntó por ella. Mentí que nos dábamos un tiempo. Tampoco me creyó.

-Hoy habrá un evento ahí en ESIME de Literatura de Amor por lo de San Valentín. Además ya ves que es mi cumple y bueno, a ver si puedes ir.

-Si no tengo nada que hacer, sí. ¿A qué hora es?

-A las 5:30. En auditorio del edificio 1.

(O era el 2. Ya no recordamos bien).

-Va. Te dejo voy a clases.

O tenía que decirle: “Voy a ESCOM a recoger un cuadro que hice con su rostro y que si lo tengo en casa lo más probable es que me persiga su recuerdo siempre”. No, ni siquiera yo lo quería. Hablé con la profesora y le pedí que, si ella quería el cuadro, se lo quedara. O si se fuera a la basura, ya no importaba. Todo estaba ahí a final de cuentas.

El trolebús hizo su recorrido. Llegué a mi edificio. Tomé la clase y luego, algo me hizo asistir al Auditorio aquel.

Y ahí estaban. Un profesor, dos chicos, mi amigo y una chica. Era el único que, de momento, ocupaba un lugar.

Mientras estaba sentado, un personaje divertido descendió del escenario con una cámara fotográfica en las manos. Un hombre curioso, que cambiaría mi vida.

-Oiga. ¿Sabe tomar fotos?

-Ah… Sí.

-Haber, tómenos una.

Y volvió a subir al escenario, juntando a los presentes en la mesa de diálogo de aquella tarde. Tomé dos fotografías. Tras esto, nuevamente descendió. Le entregué la cámara y vio las fotos.

-Oiga, usted es buen fotógrafo.

-Gracias.

Tomé asiento esperando iniciara el evento. Una chica, de muy pequeña estatura, jovial y sonriente, como tiempo hacía que no veía una, se acercó a mí.

-Hola, soy Iraís y ¿tú eres…?

-J… Y soy amigo de Pablo.

-Valentín. Ah sí, es genial, ¿no?

-Sí así es.

Mi amigo ya tenía una carrera literaria y estaba forjándola más. Yo había perdido todo eso por mi culpa. Nunca pude desarrollar ni un solo proyecto. Y en ocasiones me preguntaba el porqué. Y saltaba su recuerdo. Aunque nunca fue culpa de ella. Jamás supe organizar mis prioridades antes o después de la coalición y destrucción de mi pequeño universo.

Pasaron las horas y aunque, no hubo gran audiencia, disfruté el evento y tomé video y fotografías, las cuales Iraís me solicitó que se las enviara por correo o por “Messanger”. Accedía dárselas una vez que ambos llegáramos a casa y estuviéramos conectados. Me despedí de ellos. No volvería a clases. Me sentía a gusto donde estaba. Comenzaba a reorganizar los fragmentos del mundo poco a poco. En el transporte camino a casa, seguía pensando en ella y en todo lo que no sería. Pero había cura y una esperanza.

Hasta que encendí la computadora e ingresé al mensajero electrónico. Fueron 2 horas de tortura infringida por mí. Ya sabía la respuesta y ella merecía ser feliz. Sabía el nombre y conocía a su nuevo amor. Estaba y se veía mucho mejor que conmigo. El fragmento que intenté reconstruir, se estaba, nuevamente destrozando.

Antes de que cayera, una pequeña luz me envió un mensaje.

“Hola. Oye, tienes las fotos que me pases???”.

“Puede ser luego… Es que, mi ex ya sale con otra persona”.

“Oh. Lo siento mucho. No te preocupes. Bueno, nos vemos el lunes en el taller. Ya sabes donde es”.

“Si y gracias por comprender”.

Me fui a la cama, intentando que lo último que me mantenía con vida debiera estar justo donde lo dejé y que el lunes iniciara una nueva vida. Imaginaba ahora cada segundo de su nueva vida. Ella estaba con él, donde yo me quedé reescribiendo su historia y las promesas. No estaba furioso, ya comenzaba a darme igual. Nada podía hacer, o tal vez, intentar enamorarla como antes lo había logrado. Pensamiento inútil.

Aunque por otro lado, esa pequeña niña me estaba mostrando, sin querer, una nueva vida. Le agradezco y a otros en la historia, que me hayan mostrado el camino hacia un sitio mejor.


PASTILLAS DE LITERATURA Y MÚSICA 3 VECES AL DIA.

Pasé, como otros años, un pésimo 14 de Febrero. Daba igual. Amor, amor, amor. Odioso sentimiento.

Esa tarde, me reencontré con un amigo, con el cual, reorganizaría elementos para hacer una banda. No tardé en llamar a un baterista. Él me presentó a un segundo guitarrista y el proyecto comenzó en aquella horrible tarde.

El lunes, me presenté en el edifico 3 de ESIME Zacatenco, en el último piso. El salón, debido a las remodelaciones, no recuerdo el número. Pero ahí estaban, en una mesa, solo 3 personajes.

Al fondo, el profesor Julián, quien me invitó a pasar. La profesora Ana Luisa, encargada de las actividades culturales de la escuela, e Iraís, quien me presentó la mesa donde estaban los nombres de muchos miembros del taller y al “Decano”, una maqueta del cráneo, hecha con unicel, hule espuma y fierros que se estaba deteriorando pero que, a fin de cuentas, estaba ahí para resguardar las letras del taller y los secretos que ahí se contaban.

Hablamos poco, pero certero sobre Juan Rulfo. Me encomendaron leerlo y responder un cuestionario acerca de “El llano en llamas”. Luego, sería “¿No oyes ladrar los perros?”, y finalmente, “Los de Abajo”, novela de Mariano Azuela.

Tuve que señalar que tiempo hacía que no leía esos libros y que me centraba en Lovecraft, Edgar Allan Poe, Mary Shelley, Stephen King y otros autores de horror. Acepté el reto.

Se me extendió la invitación para el concurso de declamación, en el cual debería aprenderme dos poemas. Cercano el aniversario de Independencia y Revolución del país, las temáticas se reducían a poetas de las épocas y mexicanos.

No acepté. El profesor Julián me obligó a inscribirme. Y así lo hice.

Lunes y miércoles sin falta, estaba en el taller. Aprendí de todo. Conocí a Julio, otro chico miembro del taller. También conocí a Efrén, un chico proveniente de ESCOM.

Mencionar el nombre de la institución me alteraba y dolía.

Ellos ya tenían sus poemas. Yo, sin duda ni siquiera sabía qué escoger.

Ensayaba los fines de semana con la banda, en busca de un bajista. O siempre tocaríamos sin bajista, qué más da.

Poemas y música empezaban a rehabilitar la primera fractura mental.

Un miércoles, me presentaron a otro profesor, ahora, mi mejor amigo. Alejandro Arzate, quien impartía clases en ESFM y ESIT. Él se encargaba de preparar alumnos para declamación y él sería el encargado de apoyarnos en la tarea.

Asistí con él los martes a ESFM en busca de un poema. Y fue así como lo encontré.

“La partida”, de Juan de Dios Peza.

Lo aprendí. Ensayé. Remarqué.

Gritaba cada canción en cada ensayo y concierto.

Hice de mí el poema. Hice de mi cada canción.

En un día de Mayo lo declamé; en el concurso realizado en UPIIICSA. Y la vi, justo ahí, sentada en el escenario. Dedicándole cada palabra. Supurando el dolor. Acabando con el corazón enfermo de amor y dejándola libre al fin. Y liberándome al fin.

Al descender del escenario, fui detrás y solté algunas lágrimas. Tiempo que no hacía algo así y fue reparador. Alejandro me apoyó en todo momento.

No ganamos, ni siquiera clasificamos a las rondas finales, pero junto a chicos de ESIT, como Efraín, Neil, Iraís, Efrén y dos profesores, la vida empezaba a cambiar. El fin de semana, en un concierto, decidí cantar Nothing Else Matters, un cover a la banda Metallica.

Y me despedí de un amor, que juró eternidad y nunca fue…


SOMOS MÁS QUE UN ROCKSTAR.

Ante la excelente participación que tuvimos durante el concurso, Alejandro nos propuso presentarnos en un auditorio más pequeño y sin tantas presiones. Todos aceptamos sin preguntarle cuándo y cómo, él haría los arreglos.

También le comenté que tocaba la guitarra y que si podía hacer alguna presentación. Y bueno, ya estaba todo pactado.

Tuviera dudas o no, asistía martes y jueves con Alejandro. Dudas sobre mi carrera, porque antes de amar las letras, amó la Ingeniería, pero nunca se sintió correspondido. Una tarde, una chica muy delgada y frágil, pero con sonrisa de metal, estaba en clase con él. La miré y, cuando salió del salón fui tras ella.

Alejandro no podía creer que con tanta facilidad regresara con su número de celular.

Salimos algunos días. Fuimos a tomar un café en el centro de Coyoacán. Platicábamos de música. La invité a algunos conciertos, pero no la dejaban asistir. Salía también con otras chicas, pero ella y su cabello rojizo tenían algo mucho más especial.

Estuve ensayando, fuera de las reglas de la banda de rock, algunas canciones a presentar en el recital y evento preparado por el profesor Alejandro en ESIT. Cada canción iba dedicada a ella.

Preparé mis poemas otra vez. Mis amigos hicieron lo mismo.

Y fue un gran evento, en el que, no nos guardamos nada y dejamos todo en el escenario.

Al final, decidí tocar algunas canciones, con ella entre público. Con una rosa color lila, colocada en la guitarra acústica que perteneció a mi padre, toqué como hace mucho no lo hacía. El Cuervo, volaba, ahora liberado, para intentar posarse en su corazón.

Pero ella había dejado el Auditorio a medio recital. Debía continuar.

Al terminar el recital, dejé mis cosas en el auditorio y fui a buscarla. Le entregué la rosa y le pedí que saliéramos el fin de semana. Accedió sin problemas.

Historias y solo eso. Nos separamos al no ser lo que buscábamos del otro. Era mejor la libertad a una forzada unión por tan solo caernos bien.

Voy a detener un poco la historia en esta parte, debido a que alguien más en el público me observaba y, sin darme cuenta, ya mostraba cierto interés en mí, sin importarle que tuviera alguien a su lado.

Ellos, ubicados en el final del Auditorio, en silencio, ella y su amigo; ella más que nada, me miraba de una forma que, ni siquiera yo podría explicar.


Entradas destacadas
Vuelve pronto
Una vez que se publiquen entradas, las verás aquí.
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
No hay tags aún.
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
bottom of page