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Profundo Azul, como el Mal


Aquel día pasó lentamente. Aun con la compañía de Audrey, las pérdidas no suelen disolverse en los primeros días. Solo el tiempo puede sobreponer las cosas, sin olvidarlas nunca, pero parcialmente no sufrir.

El cortejo fue muy parecido a un entierro vikingo. Una sola barca, con solamente 3 tripulantes, depositando las cenizas del padre de Jacob, en el mar, donde solía decir su madre, él pertenecía. Sin más que decir, aquel día, como muchos otros, terminó.

Audrey volvió al hotel, no sin antes llamar nuevamente a su familia. Con lágrimas y voz entrecortada, le contó a su madre lo sucedido. No le expresó lo que sucedía en su corazón, eso era un secreto mayúsculo que se guardaría para cierto momento.

Jacob, nuevamente en las afueras de su casa, observando al mar. Su madre dentro, observando las fotografías. Una noche en calma, con tres personas en especial, que no podían dormir; sumidas en sus pensamientos y recuerdos. Aunque, en el caso de dos de ellos, pensaban en ellos, elevando plegarias para verse los días siguientes. Sin cerrar los ojos, sin un dios en específico, solo se lo pedían al viento, enviando una cálida sonrisa en la noche de duelo.

Los cuerpos no permanecen en total insomnio, suelen descansar cuando ya no hay más porque luchar. Y así fue como pasó la noche aquella y llegó a su fin una historia, no sin antes, comenzar otra.

***

Pasaron algunos días en los que Audrey visitaba esporádicamente a Jacob, no quería incomodarlo del todo. Ya existía una promesa, pero ningún pacto que los uniera de corazón.

La chica aprovechaba las visitas para ocultarle algo de dinero en el sofá de su casa mientras no le observara nadie.

Una tarde, en la que, las nubes descargaron la furia con la arenosa playa y el inquieto mar puso de su parte en la tempestad, Audrey tuvo que quedarse en casa de Jacob debido a que la tormenta no amainaba.

Se sentaron a escuchar música en una vieja radio y más que nada, a conversar sobre ellos. La madre de Jacob veía a su hijo muy feliz, a ella de igual forma, pero su temor era que a su hijo le rompieran el corazón. Una chica con esos ojos, no es tan mortal ni común como cualquiera de ellos.

Jacob se fue a dormir temprano. Audrey observaba en el sofá, lugar donde decidió acomodarse para dormir, las ventanas y la tormenta que fuera continuaba sus golpes naturales. Se apareció detrás de ella, la madre de Jacob con un chocolate caliente y otra sábana.

Extendiendo ambas cosas a Audrey, se acomodó en el sofá junto a ella.

-Muchas gracias por la atención, creo que me hubiera perdido otra vez en la playa de haberme ido.

-Gracias a ti por estar al lado de mi hijo en todo momento, significa mucho para él.

-¿Usted sabe por qué lo hago?

-Lo sé y en verdad lo agradezco.

Audrey continuaba mirando la ventana y maravillándose de todo lo que fuera ocurría realmente. -Pequeña niña. ¿Cuándo volverás a casa?

Audrey volteó a verla de forma extraña. Sus penetrantes ojos azules se posaban en los más profundos pensamientos de aquella preocupada mujer. No por eso, dejaría de externarle su preocupación.

-¿A casa? No pensaba ya en ello…

-Tú no eres una niña normal. Tienes familia y algún día vendrán a buscarte o este era tu destino y ahora fue cambiado. Sé que todo lo que haces es por mi hijo y porque te salvó en aquel día, pero no puedes jugar con sus sentimientos. Lo abandonarás para buscar tus sueños al final del día, ¿no es así?

Recordó su promesa de viaje a Londres. Ella necesitaba terminar su carrera. Y había perdido tiempo, semanas tal vez. La cuenta de su estancia en la playa no era ya cuantificable y necesitaba recapacitar.

-Yo conozco a niñas como tú. Las hay en la playa todo el tiempo y van y vienen. Eres diferente lo sé, pero no puedes quedarte más tiempo si no mal entiendo lo que tienes en mente. Te has desviado inclusive de tu propio propósito. Eso está mal para ambos. Agradezco todo esto pero… Jacob no necesita una mujer que lo quiera en días y mañana lo abandone.

Audrey miró profundamente a aquella mujer y dejó correr una lágrima. Sus ojos perdían el profundo azul, para convertirse en un difuso color gris.

-Yo…

Audrey no supo que decir. Tenía un propósito y una meta. El momento no era el adecuado, ella debió ya de salir a Londres, olvidando todo. Pero, el corazón y la mente la traicionaban en ese momento.

No era por el hecho de que Jacob la salvara. Era porque tenía algo que entregarle siempre porque sin él, ella no sería ya nadie. Confundida, no supo que decir.

-Quédate esta noche, cuando gustes partir, la puerta está abierta. Piensa bien en todo lo que vayas a hacer, porque, el corazón no miente y duele cuando lo obligas a hacer y sentir algo que no quieres que sienta.

Audrey dejó la taza de chocolate en el suelo y se acomodó en el sofá. La madre de Jacob se fue a su habitación.

La lluvia dejaba de caer, de forma extraña, en ese momento. Audrey, sin pensarlo, salió por la noche fría, bajando las pendientes de aquella cabaña, hacia la carretera y luego hacia la playa, rumbo al hotel. En medio de la noche y de una luna que comenzaba a brillar, nuevamente los caminos se separaban, por confusión o lo que fuera, pero había cosas por hacer.

***

La mañana siguiente, Audrey comenzó a empacar sus cosas. Aquella mujer tenía razón. Pero en ese instante pensó en todos los momentos que ocurrieron en esos días con Jacob. Nunca había reído, no conocía hombre que la hubiese hecho tan feliz en tan solo días u horas. Suspiró y nuevamente comenzó a hacer las maletas.

Al otro lado, Jacob se encontraba consternado por la mañana, al intentar hacer razón a su madre sobre la conversación que tuvo con Audrey por la noche.

-Hijo, no nos mintamos. Es una chica con muchos sueños y de momento, ocupas un lugar en los de ella, pero ¿por cuánto tiempo?

Soledad entraba en ese momento para ver a la familia.

-¿Todo bien señora?

-Si hija. Solamente cosas que pasan y bueno, sabes cómo estamos hasta hoy.

Soledad se hincó cerca de Jacob para consolarlo, pero la evadió levantándose muy rápido.

-No entiendo por qué haces ciertas cosas, pero entiendo que ella estaba aquí por algo más que agradecimiento e iré a buscarla, al menos para decirle adiós.

-¿Se fue la chica ojos de mar?

Ambos guardaron silencio.

-Mi madre la hizo entrar en razón. Soy poca cosa menos que un sueño. ¿No es así?

-Yo no quiero…

Jacob salió rápidamente. Soledad se quedó con un suspiro en el pecho, sin nada que decir. Aquella mujer, sabía que lo que había hecho estaba mal, o peor aun, que había creado un vínculo obligado de amor.

Jacob corrió sin rumbo de momento, en lo que su mente se aclaraba. Había muchos hoteles. ¿En cuál estaría Audrey? ¿O se había ido por la noche?

No se dio por vencido y visitó algunos, sin éxito.

Audrey mientras tanto, tomaba el último baño en la habitación. Posteriormente, llamaba a su madre para avisarle que viajaría a Londres y le avisaría al llegar allá. Tardaría algunos días, según sus cálculos, o menos, no recordaba el tiempo de viaje en avión hacia otro país. No lo recordaba porque siempre estaba obligada a viajar. Esta vez, no estaba siendo obligada a nada. Y nuevamente Jacob pasó por su mente. Risas. Tristeza. Ningún sentimiento oculto. Todo era al fin, como lo soñó tiempo atrás. Sus maletas estaban sobre la cama. Pensó una vez más en todo, antes de vestirse por completo. Se arrojó a la cama y miró el techo.

Jacob mientras, recorría hotel por hotel en busca de la chica Azul, o Audrey. Pero ninguna encajaba con la descripción o la búsqueda y salía nuevamente, con las manos vacías.

¿Y si la teoría de su madre era cierta? ¿Si viajaba con su familia y, se escapaba por las tardes con él? Pero, esa noche, la noche de ayer ella se había quedado sin ningún temor. Aunque luego salió en medio de la tormenta, tal vez, por temor a represalias. ¿Y si ya se había ido?

Aclaró más la mente y decidió tomar un taxi en dirección al aeropuerto. Él esperaría ahí a verla en alguna parte por la noche. Sino, volvería a casa, con el corazón destrozado. Desafortunadamente, ese dolor ya comenzaba a crecer dentro de sí. Abordó un taxi en dirección al aeropuerto, sin pensar en nada más que hallarla y despedirse.

Audrey descendió las escaleras con solo una maleta. Enviaría por la otra cuando estuviese en el aeropuerto. O tal vez, solo la abandonaría. Llegó hasta recepción, para cerrar su estancia y entregar la llave de la habitación. La persona de recepción recibió la llave y le dijo que el cuarto estaría a su nombre hasta el día siguiente por cualquier detalle con el vuelo, debido a los cambios de clima prematuros sucedidos el día anterior.

Audrey agradeció el servicio y tomó un taxi al aeropuerto.

“¿Estará en el aeropuerto?”

Un pensamiento que viajó a la misma velocidad del pensamiento. Jacob, de un lado a otro; se acercaba a recepción, luego a la zona de espera. Miraba por los enormes ventanales por si la veía en pista.

Parecía difícil hallarla. El corazón latía con más fuerza con cada minuto que pasaba. Lo peor, era que también con cada latido, dolía más y más.

Audrey llegó al aeropuerto. Volteaba a todas partes.

“¿Estará aquí?” Por favor, que esté, debo encontrarlo. Al menos decirle adiós.”

Así, con total incertidumbre entró al enorme edificio del aeropuerto. No tuvo que esperar mucho, cuando encontró a un joven, sentado en una de las bancas, mirando hacia la puerta. Los enormes ojos azules de Audrey brillaron. Quiso correr a sus brazos, pero se detuvo. Jacob en cambio, se dirigió a ella, lentamente.

-Veo que, ya te vas. No voy a detenerte.

Audrey no supo que decirle.

-Sé lo que te dijo mi madre y es mentira. Si debes irte, yo te estaré esperando. Porque es muy fácil recordarte mientras vea el mar. Cuando estás molesta, se enfurecen tu mirada y se vuelve salvaje y de un profundo azul, cuando estás triste y en calma, el mar se vuelve gris y cuando eres tú, sonriente, el mar adquiere mil colores. Azul, no te detengo, solo ve y haz tu vida. Aquí estaré cuando vuelvas.

Audrey lo abrazó muy fuerte, sollozando ambos.

-Prometo que no será mucho tiempo ¿sí?-, le decía ella.

-No lo prometas. Solo ve. Haz lo tuyo.

El abrazo duró un tiempo considerable. Sus corazones, aunque dentro, también se abrazaron. Una lucha por no ceder comenzó. Audrey soltó la maleta y con ambas manos, sostuvo el rostro de Jacob y lo besó, olvidando el tiempo y todo plan.

Jacob respondió el beso, sin preguntar porque.

El dolor se disipaba. Las dudas también. Ambos jóvenes, deteniendo el tiempo en un solo beso profundo de amor.

***

Volvieron juntos al hotel. Audrey le comentó al recepcionista que debido al mal tiempo que venía, debía ocupar nuevamente la habitación.

El recepcionista la miró extrañado, y después, mirando hacia las afueras, nunca halló el mal tiempo mencionado, a menos que los rayos del sol derritieran todo en los cielos. Volteó nuevamente a ver a Audrey, que se escondía junto con un joven, detrás de una enorme palmera que adornaba el edificio, mientras se besaban detrás de ella. Subieron a la habitación, cuando ellos creían que ya nadie los veía.

-El amor. El maldito amor…-, se decía así mismo el dependiente.

Esa tarde y por la noche, hicieron el amor. De toda forma, color y sabor. Nunca habían amado, nunca se sintieron unidos a algo real y ahí estaban, juntos, sin importar nada. Audrey entregó su desnudez y su ser. Jacob la recibió.

Al llegar la noche, cubiertos en las sábanas, observaron el cielo, con una luna que sonreía para ellos y algunas estrellas que comenzaban a aparecer. No hubo promesas, ni tampoco sentimientos de quererse separar. Tomados de la mano, recostándose de lado para descansar, tras una tarde extenuante de amor, comenzaron a dormitar, dejando que el tiempo se los llevara, sin algún rumbo…

Solo si permanecían juntos. Era lo único que importaba


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