El redactor de la Muerte: Capítulo VI

Caminamos hacia un pasillo que no conocía cercano al cuarto de máquinas, algo oscuro, pero al parecer, era un sitio muy tranquilo. Pude ver que dentro había algunos artefactos de reparación de las máuinas, así como herramientas y algunos botes salvavidas colgados en las paredes, en caso de necesitarlos. En esta ocasión, parecían de sobra, pero no olvidemos al Titanic. El señor Larouche comenzó su historia; trataré entonces de recordar con detalle lo ocurrido al pasar de la noche al amanecer.
-La verdad es que no puedo aun comprender donde comenzar mi relato. Créame, no necesitará su libreta. Solo intente abrir su mente a las posibilidades, porque nuestro mundo ahora es más grande y hay cosas que no podemos comprender. De momento, ya hay situaciones que hasta ahora no entiendo.
Antes de que estos barcos fueran enormes maquinarias, yo solía viajar también en pequeñas embarcaciones cerca de Londres en busca de comida. Mi familia era de pescadores y nos manteníamos de eso. Éramos mis padres mi hermano y yo. Cuando todo comenzó a industrializarse, bueno, mi familia ya era de tercera edad y en vez de dedicarme a la pesca, decían que necesitaban oficiales de policía conforme avanzaron los tiempos y la ola de crímenes. Me di a la tarea de ser uno de ellos y conforme avanzó el tiempo, estos grandes barcos aparecieron. Me asignaron a un primer viaje muy cercano, hacia Dublín, cosa sencilla. Ida y vuelta. Iba y venía. Luego volvimos a Francia, de donde somos en realidad. Para esto, ya no tenía familia y mi hermano continuaba con el negocio familiar aunque no le fue muy bien.
En una ocasión, en uno de mis viajes de vuelta a Londres, proveniente de Inglaterra, descendí como siempre lo hacía, con los listados de cada una de las personas a bordo. Al llegar a tierra, uno de los oficiales fue hasta donde me encontraba para decirme que algo extraño le estaba sucediendo a mi hermano.
Al llegar a casa, lo encontré oculto en las sombras, muy asustado. Hablaba de cosas que no podía comprender con exactitud. Decía ver cosas en las paredes, voces por todas partes. Pensé tal vez, que el ajetreo y la cotidianeidad comenzaban a hacerle daño, así que lo invité a realizar viajes conmigo.
Así comenzamos a realizar cada uno de estos viajes. Excepto uno.
Era una mañana muy buena en Londres. Todos esperábamos la llegada del gran Titanic. Por supuesto que, me encontraba adiestrado para tal viaje. Un día anterior, preparé todas las cosas para subir al barco y no tener problemas. También preparé algunas cosas para mi hermano, quien se comportaba cada día más extraño. Aunque esa noche en específico, no podía dormir y me advertía sobre situaciones que no comprendí.
A la mañana siguiente y llegando al barco, él no quiso descender del carro que nos llevó hasta allá. Gente por todas partes. Comenzó a hablar de sombras que se arrastraban hacia el barco, ascendiendo por todas partes, traspasando a la gente. Antes de subir, entró en pánico y para que la gente no se asustara tuve que llevarlo a un sitio lejano. En fin, ante su paranoia, tuve que llevarlo con un médico que diagnosticara sus problemas. No hubo un diagnóstico sencillo. Para el doctor, solo era una presión pasajera, demencia y que tal vez, le había afectado en sobre manera la pérdida de nuestros padres.
Hubo gente que comentaba que lo llevara con algún especialista en “cosas sobrenaturales”, ya ve que actualmente hay mucha gente que escribe sobre eso. Pero no pensé en nada. Esa noche, tras volver del consultorio y haberme perdido el viaje de sus vidas, comenzó a contar. 1, 2, 3, 4; de ahí pasó a 100, 101, 102; hasta que comenzó a hablar de 320. Lo dejé, al día siguiente lo llevaría con algún especialista de lo sobrenatural, la gente tenía razón en que buscara respuestas.
Al amanecer siguiente, fui a su habitación, hallando la puerta entreabierta. Se hallaba frente a la pared, pintando rayas como si estuviese en la cárcel.
Fuimos a donde una médium a que me ayudara con su problema. Créame que ni siquiera ella pudo decirnos que estaba sucediendo, pero pudo señalar que mi hermano tenía el poder para conocer la muerte, mucho antes que cualquiera. No supe decirnos en qué momento obtuvo el poder, la forma o si es que algún demonio le poseía. Él, se hallaba totalmente en blanco. Para algunos loco, para otros, casi un Dios.
Nos enteramos del Titanic tres días después. Escuché la cifra de muertos, ahora no la recuerdo, pero, conté cada una de las rayas en la habitación de mi hermano y él las había pintado todas. No subimos al barco porque pudimos haber muerto en aquel suceso. Lo miraba cada tarde, con su mirada pérdida hacia otro sitio, lejos de aquí. Podría decirle que tampoco creo que se halle completamente pensando en la tierra, en el mar, o en el cielo. Tal vez, ya está en otro sitio incomprensible a la mente y ojo humano.
Reanudé mis viajes en el barco. Debido a la falla en el Titanic, perdí mi empleo como oficial de policía en los navíos. Pero pude filtrarme en cada viaje, junto con mi hermano, argumentando que requeríamos de trabajo en la zona de máquinas.
Aprendí rápido el oficio y comencé a enseñarle a más gente. Hemos reanudado nuestros viajes. Desaparezco de vez en cuando para ver cómo se encuentra mi hermano y si es que no ha hecho algo extraño, o se ha escapado del barco.
Por si escuchó de nuestro jefe, el señor Mathieu, he permanecido en este navío por mucho tiempo. Me conoce bien y sabe que desaparezco. Nunca han sabido por qué. Mi hermano no se encuentra en los registros porque nunca lo he anotado. Es solo un pasajero que no causa problema alguno. Pero en este viaje fue diferente.
Al llegar a América, señor Brave, empezó a volverme loco repitiendo a cada momento “brave, brave, brave, brave, brave…”. Pensé que tenía que ver con que tuviese coraje para continuar con los viajes. Pero indagué un poco más y lo hallé a usted en la lista.
Lo vi ascender al barco y despedirse de su esposa. Lo vi deambular por los pasillos. Vi como entró a su camarote. Lo vi tomar sus notas.
¡Lo vi tanto tiempo que descuidé a mi hermano esa noche!
¡Yo quería saber quién era usted y saber si es que existía un propósito que dañara a lo que me queda de familia!
Y esa noche, cuando le pedí que habláramos, usted solo hizo preguntas inútiles. Yo tampoco le insistí en la conversación. Le pedí vernos en la comida de esta tarde, pero todo fue en vano. Minutos más tarde, al bajar hacia el cuarto oculto, hallé a mi hermano, cortado de su piel, por todas partes y sangrando.
¡La imagen sigo sin sacarla de mi cabeza!
Su sangre por todas partes, ya en descomposición. Hacía tiempo que había ocurrido todo. Y no pensé en que usted lo hubiera hecho, pero me hallaba furioso por aquella triste situación.
Para evitar problemas, tomé su cuerpo y fui arrastrándolo esa noche hacia la proa para lanzarlo al mar. Un pasajero menos, uno sin registro. Nadie preguntaría por un desquiciado que vivía en los barcos junto con su ex hermano policía.
-Dígame entonces, ¿por qué no me dijo a mi toda esta historia al principio?
-¿Me creería desde el inicio todo lo que le he estado diciendo?
Me llevé la mano a la barbilla. Aquel hombre estaba entrando en pánico por las imágenes en su cabeza, pero, centrado en lo que le respondería. Aunque sabía que la respuesta era un completo “NO”.
-La verdad…
-No existe verdad señor Brave. Nunca supe cuáles eran las intenciones de mi hermano y por qué hizo aquello. No pude arrojarlo al mar, porque uno de los oficiales del barco me siguió. Tuve que ocultarme con ese disfraz porque no puedo estar fuera del cuarto de máquinas para ir y vigilar a mi hermano. Hice muchas cosas ¿para qué?
Era convincente. Tome su hombro y decidí ayudarlo, aunque también tenía algo que decirle.
-Dice usted que su hermano había tenido tiempo muerto. Bueno. Si estamos dentro de las extrañas confesiones, tengo dos cosas que decirle.
Primero, cuando hallamos el cuerpo de su hermano, encontramos una nota dentro de su cuerpo, cosa que tal vez usted no pudo ver debido a la prisa que llevaba en darle sepultura. -¿Qué decía la nota?
-De momento, no recuerdo. Era algo como… Ya me ha encontrado… Algo así.
-Pues señor Brave, me deja aun con más dudas sobre lo sucedido, porque no tenemos enemigos. Somos solo dos residentes de un mismo barco, en busca de lo que nos puedan dar de alimento y trabajo. Aunque ahora solo quedo yo.
-Segundo…
Tomé aire. Era necesario contarle. Perdón. ¿Era necesario contarle? Decirle que en un momento en que me quedé solo con el cadáver de su hermano, este se levantó en un instante, arrastrándose a mis pies, para decirme que “algo”, nos buscaba. ¿Era necesario abarcar la mente de este hombre con más dudas? Volvía a tomar aire y girar por completo el suceso.
-Verá… su hermano… Pues… Nos advirtió de algo. No sé qué será o qué suceda. Pero por dentro, lo ayudó a usted. No es culpa suya el hecho de que haya muerto. Son cosas que pasan con la gente que no se encuentra bien…
-Señor Brave, usted no me diga esas cosas, porque no conoció bien a mi hermano. Pronunciaba su nombre por alguna razón y quisiera averiguar en realidad cuál era o tal vez la sé y temo decírsela porque he escuchado la voz de aquel loco por horas antes de que usted ascendiera al barco y decidí abandonarlo por completo para vigilarlo y que nada ocurriera y al final del día todo ocurrió y salió… ¡mal! ¡¿Lo entiende?!
Comenzaba a ponerse peligroso aquel asunto, así que traté de calmarlo. Podía pensar en jugar mi carta del hermano que revivió y buscaba darme un mensaje, pero tal vez no era opción.
-¡Lo peor es que ahora ustedes se llevaron a mi hermano y lo tienen bajo custodia!
-No señor Laroche, no es así. Lo llevamos a mi lugar porque no puede verse una situación como esta. -… ¡Y tratarán de incriminarme, pero no he hecho nada!
Al instante, el jefe de policía ingresó al cuarto oculto, junto con otros dos oficiales, apuntando su arma sobre Laroche. Al ver esta situación, corrí hacia la puerta para ponerme a su lado.
-¡Usted! ¡Manos donde pueda verlas ex oficial Laroche! Ya me he informado perfectamente del asunto y hemos escuchado todo. ¡No descarto asesinato de su hermano, así que tendrá que acompañarnos. Oficiales, esposen a este hombre y manténganlo en custodia hasta que sepamos exactamente lo que está sucediendo.
-¡Soy uno de ustedes! ¡Brave, soy uno de ustedes, no he hecho nada!
Cada grito, maximizaba todo aquel problema. Pataleando creía zafarse de la fuerza de los oficiales pero le era imposible. Fueron avanzando hacia la puerta hasta que desaparecieron a través del oscuro pasillo. Aun escuchaba los gritos de Laroche.
-Gracias señor Brave, nos fue de mucha ayuda hoy, aunque, este caso no me cuadra todavía. Tendremos mucho trabajo por hacer.
Me extendió la mano y en ella encontré una llave.
-Es de mi camarote. No querrá dormir con… ya sabe.
-Capitán. Quisiera pedirle un favor y creo que todos debemos estar ahí para este favor. Hay que hacerlo antes de que la gente comience a deambular por el barco.
-Dígame…
Le pedí que lleváramos el cadáver del hermano de Laroche hasta proa y arrojarlo al mar, en una ceremonia fúnebre sin amigos, más que su hermano. Claro está, que se encontraría presente para despedirlo y luego, comenzaríamos a interrogarlo ya en tierra. Bueno, de eso se encargaría la policía local, tenía mis asuntos que atender en Polonia para entonces.
Cabe señalar que era un rojizo amanecer, como ninguno había visto. El cuerpo amortajado, aun se hallaba entre los fiambres de alfombra y las sábanas remolinadas de sangre y, digamos pus. El cuerpo comenzaba a podrirse y creo que nadie hubiese querido ese olor en los pasillos.
Primero habló el capitán. Sebastian Laroche permaneció quieto a un lado de una de las barandillas del barco; mientras un oficial le custodiaba.
-¿Alguien quiere decir algunas palabras?
Todos callamos. Queríamos hacer esto rápido. Un muerto sin incumbencia de nadie y a la vez de todos. Se llevaba un secreto en su alma ahora, deambulando por… todas partes. O tal vez, ninguna.
Sebastian Laroche abrió la boca y dio un paso al frente.
-Déjenme ayudarles a arrojarlo al mar. Es lo único que les pido.
Los cuatro hombres cargaron el pesado bulto de carne, no sin antes de que Laroche pronunciara algo más. Lo detuvieron en medio de la barandilla.
-Esperen un momento. Señor Brave. Lo buscaba a usted por una razón, espero la encuentre, porque yo nunca comprendí su locura. Lo que sea, cuídese y gracias a todos por todo. Arrojaron el cuerpo, pero Laroche se había enganchado tanto a su hermano, que abrazando el cuerpo, el peso venció a ambos, cayendo hacia el mar.
Fue un duro golpe en contra del áspero y líquido terreno. Un golpe lo suficientemente sordo para que solo el mar escuchara ahora sus historias de descanso eterno.
Todos miramos hacia abajo. Los oficiales sin poder decir algo. Sabíamos en cierta forma que el caso estaba resuelto, ya no habría nada que resolver, pero muchas dudas sobre culpables. Pero en este mundo, como me dijo Laroche, hay cosas que no entendemos, sin importar lo mucho que le tomemos en tiempo. El por qué lo hizo, era todo un misterio. Si asesinó o no a su hermano igual. Hablamos con el capitán del barco y el jefe de máquinas acerca de lo ocurrido y guardaron absoluta discreción.
La mañana transcurrió tranquila tras el desperfecto en el viaje. Limpiaron mi alcoba, aunque por esa noche decidí quedarme en el camarote del capitán mientras él hacía rondines nocturnos. El mar, silencioso, ocultaba un enorme misterio, uno que conocí más adelante. Pero esa historia se las relataré luego. Ha vuelto y me ha traído aún más labores por realizar. Hay demasiado trabajo en estos días. Por ahora, puedo decirles que el viaje continuó sin problemas y llegué a salvo hasta Londres. Les contaré los primeros sucesos al tocar tierra más adelante. Por este día, gracias por hacerme recordar cosas… no sé si son buenas o malas, pero en fin, gracias por leer nuevamente mi historia.