Ilusiones tétricas: Edgar.

Dedicada como siempre, estos pequeños fragmentos, al pequeño Edgar y a quien honor merece por sus 208 años. Gracias Edgar Poe, por tanta inspiración.

Ahí estaba y podía escucharlo. El latido fuerte y extremadamente veloz. Venía de los más profundo de su ser. Ahí oculto, el sonido de aquel maldito corazón.

Al temer sobre estas cosas, decidí ir a casa y asegurarme de que todo estuviese correctamente en orden. No tardó tiempo en que, un visitante, al cual había hecho ya perdido, volviese a la ventana de mi cuarto para maullar fuertemente. Le había olvidado y regresó. Esa presencia maligna volvió.

La casa se cimbraba de arriba hacia abajo. No contaba ahora con mi esposa, la cual, había salido a reposar algunos días. Mi mente se resquebrajaba, igual que las paredes de nuestra pequeña casa. No había nada más... Esperar y esperar.

El sonido de los latidos era cada vez más fuerte en mi mente. Volver a recordar los años anteriores de una muerte anunciada y de como un ser, propiamente conservado, se le alejaba la vida en un instante, no eran señales buenas para con mi ahora ausente esposa.

La noche fue larga. El monstruo aquel, fuera, sobre un muro destruido de la casa, maullando encima de mucha ropa sucia, latidos del corazón, soledad en el pasillo, la ventana abierta y levemente, si, entró él. Un vetusto cuervo, con cabeza cercenada y mocha, no le juzgo. Pero, fue y se posó en el mueble cerca de la televisión.

Le pedí volviera a la rivera de la noche plutónica, que apartase el pico de mi corazón, que mi alma ya sufría, por la ausencia de mi hermosa Tisha.

El cuervo dijo: ya nació.

La calma volvió a mi ser. Al día siguiente, él, mi razón, mi existencia, mi horror, justo en mis brazos. Recordando una fatídica noche, sin dormir, esperanzado en su vuelta y en su llegada. Sin preguntar, con la imagen de aquel nocturno cuervo que con sus batientes alas se posó en mi alma, lo propuse.

Tu nombre será, fantasmal y señorial: Edgar.