El redactor de la Muerte: Capítulo III.

Agradezco nuevamente la espera por parte de cada uno de ustedes. Créanme, cada día es más difícil relatar mi historia. En ocasiones pienso que me tomaré toda una vida, el problema es que, no todos ustedes pueden hacer lo mismo.
Hoy, he vuelto algunos minutos para relatar lo ocurrido, como les comentaba, con aquel caballero regordete del barco a Londres. Mi trabajo comenzaría mucho antes de pisar tierra londinense, pero no exactamente con el contratista actual, sino porque era, de suma importancia, resolver un caso para salvarnos.
Era una noche fría para estar fuera de los camarotes, por lo que, llevé un abrigo y algunas notas, así como mi pasaporte. Viajar con gente no indica que todos serán honrados, así que busque por todos los medios, proteger en mayor forma mis objetos personales, aunque viajaba sin cosas de valor.
Llegamos entonces cerca de la proa del barco. El caballero sostenía una botella de vino, sin abrir, en sus manos y dos copas.
-Sin abrir. No crea que no conozco su manera de intuir que una persona oculta algo y que podría haber sacado mil conclusiones de mí desde el momento de tocar en la puerta de su camarote. Yo, en su lugar, pensaría que cualquier loco quisiera buscarlo para…
-Alto por favor. Dígame, ¿qué se le ofrece? He venido hasta aquí con este clima inhóspito a beber una copa de vino solamente o… ¿a qué debo su presencia?
-Bien. Lo sabía. Usted es un hombre que va directo al grano. Sin tapujos o modestia. Solo eso. Negocios y encontrar al objetivo. Mire señor…
-Brave. Llámeme solo Brave.
-Claro, señor Brave. Estoy aquí porque usted es el único pasajero que no se encuentra en la lista de la fiesta para mañana por la tarde. Y he querido invitarlo porque, es usted una persona de alta importancia en este barco y no solo eso, en Norte América comienza a sonar su nombre de manera que enfatiza también el nombre de la comunidad. -¿Eso es todo?
El hombre se quedó algo pasmado al ser tan directo, pero es la verdad. No quería ni necesitaba de amigos en el barco y menos cuando debía descansar y centrarme en cada una de las actividades. -Pues… sí. Digo, si quiere una copa de vino. Lo estaremos sirviendo mañana por la tarde. -No, muchas gracias.
Reservé todo comentario y contacto con aquella extraña persona, que de por sí, la fisonomía no era nada agradable. He conocido gente con problemas de peso u obesidad, pero la de este caballero era como si perteneciese a algún tipo de circo. Una redonda y pequeña cabeza, un gran torso y unas piernecitas no tan delgadas; imaginar que debían soportar el peso de aquel ser informe. -Pudo haber hecho esto en mi camarote, sin necesidad de traerme hasta este frío paraje. -Usted decidió venir. De no hacerlo hubiese vuelto a su sitio.
-Con su permiso, señor…
-Mostax… Wimbledon Mostax.
-Vaya nombre. ¿Inventado no?
-Señor. Usted me ha herido. Olvide el tema de la fiesta si no gusta entonces de compañía. Me dio la espalda e inició su desaparición por la parte trasera del barco. Señalo nuevamente que es demasiado extraño la forma física, comportamiento y velocidad del hombre. Pero en ese momento, nada me interesaba, solo descansar.
Fui nuevamente hacia mi camarote. Había miedo latente en la tripulación, comenzando por la fría noche y terminando por el suceso aquel del barco Titanic. Temían que al pasar unos días, pudiesen hallar, en sus visitas a la popa o proa del barco, algún cadáver surgiendo de las fauces del océano. Peor para algunos, que temían otro fatídico suceso. Casi nadie salía de sus aposentos marítimos. Así que, más extraño aun, por qué un caballero como ese hubiera querido que le acompañara por una bebida en una zona poco cómoda para sentimentalismo e invitaciones.
Mostax. Me resonaba el nombre, como buscando un significado. Lo mejor era dormir. Abrí la puerta del camarote y justo como entré, cerré la puerta y caí en un sueño poco profundo. No pasó mucho tiempo cuando más de 5 pares de zapatos resonaban con velocidad sobre el suelo, a una velocidad considerable. Corrían por los pasillos y se acercaban cada vez más. Me levanté sin esperar mucho, o que tal vez visitarían mi sitio pero… así fue.
Nuevamente llamaron a mi puerta. Los 5 hombres se detuvieron justo en el sitio de mi camarote.
-Buenas noches, ¿qué requieren?
-¿Es usted el señor Brave?
-Soy quien menciona. ¿A qué debo el llamado?
-Abra la puerta.
Al abrir la puerta los 5 hombres entraron sin permiso de un servidor. Uno de ellos encendió la luz y entonces vi lo sucedido. Alguien había registrado mi camarote y no solo eso, debajo de mi cama, hallaron algunas sábanas con lo que parecía ser sangre.
-Señor Brave, necesito que nos acompañe.
-Un momento caballeros. Lo que sea que ocurre, no es de mi entera culpe, pero si intromisión. He de hablar si, que dejé el camarote tiempo atrás, para atender al llamado de un hombre llamado… Mostax…
No quería pronunciar el nombre debido a la incomodidad que este presentaba y al poco convencimiento que tenía como nombre o apellido.
-¿Quién disculpe?
-El señor Mostax. Un hombre regordete y sin mucha forma corporal. Parecía como un barril de cerveza.
Los 5 hombres se miraron entre sí, buscando alguna respuesta a mi aseveración. A mi justa aseveración.
-Señor Brave. No existe tal persona en este barco. Viajan solo refugiados, gente muy pobre y tan solo 15 personas en primera clase, a las cuales tenemos controladas y no vimos a nadie con tal descripción. Llame al capitán y que busquen en los registros del barco a todos los hombres con un apellido parecido.
-Oficial. Permítame apoyarlos en esto. Mi reputación me precede. Lo que sea que haya ocurrido aquí esta noche, ahora estoy involucrado involuntariamente y he entonces de ayudarles a encontrar al culpable, para así, lavar mi nombre y apellido de lo que parece ser, una tragedia. -Señor Brave. Hemos venido hasta su sitio por eso mismo, pero, al hallar esto. Créannos, no sabemos qué pensar exactamente.
-Piense entonces que han conseguido a un aliado en su búsqueda. Debo decirles que, desde que el caballero aquel fue arriba a invitarme una copa de vino y observar su fisonomía, no me convence en absoluto, que el hombre, junto con su nombre, existan. He entonces de ayudarles y es menester, olvidar este trágico pasaje de mi viaje.
Los oficiales asintieron y comenzamos entonces con la investigación, empezando justo, por mi habitación. Las sábanas tenían sangre. Lo peor de todo, es que era sangre fresca. No habían pasado más de 3 horas ahí el dueño de aquel líquido vital. Las franjas marcadas sobre la tela, daban a entender que el susodicho, permaneció en ellas, envuelto. Todos temíamos lo peor.
La paranoia era suficiente con el temor al viaje en barco, para agregar ahora un incidente de este tamaño y con un loco a bordo.
Soy un pésimo dibujante, pero los pocos rasgos del hombre, o los que pude ver, comencé a describirlos sin dejar detalle alguno. Si esta no era su forma, debíamos hallarlo entonces por su parecido facial.
Mientras continuábamos en la escena previa al crimen. Un fuerte golpe se escuchó en la parte de arriba del barco, justo donde provenía de unas horas atrás al encontrarme con el ahora pasajero incómodo.
Junto con los oficiales, ascendimos y hallamos 2 cuerpos. Uno de ellos, el de una mujer, vestida por completo. El cabello color negro y chino, algo alborotado. El cuerpo en la posición de desmayo. Podía ver que lentamente respiraba. Los oficiales fueron a comprobar el pulso y al verle solo desmayada, la llevaron hasta un sitio seguro. El otro cuerpo era, lo que todos temíamos.
Era un cuerpo desnudo, la piel hecha jirones; cortes alrededor del cuerpo en espiral; como si lo hubiesen metido a una máquina para envolver algún regalo. Este, no presentaba ya señal de vida. Me acerqué al cuerpo y; al mirar su rostro, no entendía aun el tamaño de ser que se encontraba a bordo del barco.
La cuenca ocular desprovista de los globos. Los pómulos abiertos, mostrando parte de los huesos y una gran sonrisa.
Recordé un momento lo sucedido tiempo atrás.
Cuando vi al hombre regordete…
-… Él lo tenía. Venía en su…
-Señor Brave, ¿qué le ocurre?
-El hombre regordete ya lo tenía consigo. Mire, oficial. Cuando ese hombre fue hasta mi puerta, nunca ´pude ver su fisonomía completa, hasta llegar a este punto, donde solo me mostró la mitad izquierda de su cuerpo. Su mano sostenía una botella de vino y ambas copas. Nunca se ofreció a darme de beber el vino, argumentando que no le pediría una copa. Nunca me estrechó la mano, intuyendo que no le haría preguntas. Con la mano derecha sostenía el cadáver en su estómago, cubierto por ese enorme abrigo. Ahora recuerdo que sus pies delgados, flaqueaban por momentos cuando al parecer, el peso le vencía. Y al abandonar la conversación, se fue detrás de los camarotes. Supo que no regresaría a verle, así que se deshizo del cuerpo justo aquí. Y ahora se encuentra entre toda la tripulación.
-¡Jefe!
Llamó uno de los oficiales.
-¡Jefe, debe ver esto!
Nos acercamos nuevamente al cadáver. De la mano izquierda, surgía un pedazo de papel, manchado con algo de sangre, pero con varios dobleces para proteger el mensaje interno. El oficial en jefe se encargó de abrir el documento y leer lo que venía dentro, pero no pudo ni lo comprendió. El mensaje decía.
…ÉL YA SABÍA… QUE HASTA HOY VIVIRÍA… ME BUSCÓ Y ME HALLÓ…”
El asesino se encontraba en el barco, pero la carta carecía de total sentido. El hombre sabía que iba a morir. Tal vez, nuestro asesino se encargaría únicamente de eliminar a esta persona y; en el camino, quitar al detective a bordo para llevar a cabo su mejor plan.
Teníamos un visitante incómodo en el barco y un cadáver, suficiente para una semana, si es que a nuestro amigo regordete no se le ocurría aparecer de nuevo.
Por hoy mis queridos lectores, ha sido todo. Nuevamente requieren de mi trabajo y esta vez, es bastante. Volveré pronto para dejarles un poco más de mi historia y lo que sucedió en el barco los días siguientes, previos a la llegada a Londres…