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EL CUERVO Y LA SOMBRA DE EDGAR ALLAN POE.


Transcurría el mes de Abril, el año creo era 2013 y el día 19, en verdad de momento los números son solo vagos datos de memorias aun más importantes. El equipo de Declamación estaba listo, todos estábamos en la final, primera y última vez para muchos. Primera y última vez juntos. Todos dando un último repaso a sus poemas antes de subir al escenario nuevamente.

Al aire libre, todos escucharían lo que había que decir. Por mi cuenta: "El cuervo" de Edgar Allan Poe.

Su maldición ha hecho que solamente pueda declamarlo en solitario, en la oscuridad, sin que nadie pueda verme. Pero una vez en el escenario, todo falla, hay errores y termino bajando de aquel escenario sin conseguirlo nuevamente. En mi estaba la responsabilidad, no de ganar el concurso, sino de ganarle al poema mismo. El error vino en la tercer décima, creyendo entonces que absolutamente todo estaba bajo control... Iba a bajarme del escenario, cuando la juez me pidió que respirara y siguiera. Al final, ese "Nunca más" resonó como la última vez que declamaría aquel poema maldito ante todos y que, sería la última vez que posiblemente lo hiciera frente a un grupo o un concurso. Los jurados fallaron a favor de los 3 mejores del grupo, pero me sentí bien al saber que mis compañeros estaban entre los mejores. Pero dentro de mi, aquel "Nunca más", seguía golpeándo fuertemente en el corazón, como la maldición de que Nunca y Jamás, declamaría ese poema sin error alguno.

Hasta ahora no hay revancha, pero la sombra de Poe no me deja solo. Era una tarde de mediados de Junio del año 2014. Junto a mi esposa, en la sala de resonancias, ahí, ante un monitor, estaba nuestro bebé. Las expectativas eran grandes, ambos deseábamos una niña. Pero una sombra, un sonido torvo, como el mismo abismo, una señal a lo lejos como de la sombra de un ave se hacía ver. "Es un varón". Los rostros de ambos y la sorpresa, no se hicieron esperar. Ya en sala de espera, los nombres eran muchos. Pero en ello, nuevamente, aquel nepente de su nombre que no se olvida jamás, me hizo pronunciarlo de la nada, como un hito a la solemnidad de un país que no olvida su patria.

"Edgar", dije... "Por Edgar Poe", recalqué. Ella dijo que era excelente. Hoy, a muchos años de ambos sucesos, por las noches me recuesto en el fondo de mi cuarto, leyendo al pequeño Edgar las aventuras de su antecesor, mientras intenta suavemente conciliar la pesadilla de lo ya descrito. "La máscara de la muerte roja", su favorito. Aunque ahora, he de decirlo nuevamente, que en una ocasión me aporté de valor y declamé el cuervo para él... No durmió ni soñó, esperaba que nuevamente le hiciera escucharlo. Y fue así que esa noche, se esa sombra que por una pequeña lamparilla, de esa sombra que allí tiembla pertinaz, el cuervo mudo se halla, fijo se halla sobre mí, oh que tan pálido y fijo estoy... Y no ha de alzarse el mismo de mi corazón... Nunca más.


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